Por el río hacia los pueblos

19 de octubre de 2006

Sí, para bautizar –por ejemplo- a setenta personas en una noche. ¡Tantas idas y venidas con Dios en la mochila! Porque Dios, solamente Él, es quien les visita eficazmente en esa agua de bautismos aparentemente sin sentido, pero asidero único para encontrar ellos salvación. Y lo celebran, y yo con ellos. Hubo una cerveza que fue pasando en vaso único de usuario en usuario. Y bebimos todos. Otra familia me arranca de ese círculo y me lleva hasta su choza. Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.Allí, un tocadiscos a pilas hace bailar a la concurrencia a la escasa luz de unas velas distribuidas por la estancia. Me hacen sentar; me ofrecen ponche o de nuevo otro vaso de cerveza o de cualquier otro beber fermentado que ellos preparan. También, algo de comer. Se me caen los párpados de sueño; estoy cansado. Son más de las doce. Les digo que me voy, aunque no quieren que me vaya. Al fin puedo despedirme y comenzar mi soledad. Me voy a mi rincón desuelo con estera que me han preparado precisamente en el calabozo del Puesto de la Guardia Civil. Oigo aún un bombo y un clarinete infatigables, que acompañan el baile del pueblo en fiesta. Lentamente mi sueño es más fuerte que su ruido. A las cinco de la madrugada, recobro de nuevo aquel ruido acompasado que perdí unas horas antes, a causa del sueño que tenía. Continuaban bailando y estaba amaneciendo, como si tuvieran miedo a su real suerte el resto de los días.
De regreso, con mi bote por el agua y la barba extendida por mi cara, hubo que atravesar un malpaso, una de esas caídas peligrosas que en el río hay. Y nos abrazó el río embravecido a los que viajábamos con un susto de agua fuerte. No hubo gritos, sin embargo. Como un enano impotente pero ágil, el bote en unos segundos más se alejó de aquella agua en desorden que quiso jugar un rato con nosotros. Mi ropa se secó pronto con el sol y la brisa del irnos deslizando por el río.

Sigue siendo todo igual. La aventura se repite. Idéntico paisaje, idéntica lejanía. Los mismos hombres, la multitud de niños sin nada más que sus ojos abiertos. Quiero perseverar y seguir subiendo siempre a ellos, siempre, siempre. Otros vendrán que puedan mejorar nuestro trabajo. Mientras tanto subir, subir a ellos y estar lo más posible viviendo cerca de su suerte.