¿Por qué Jesús enseña en Parábolas?

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.La forma de vida y predica­ción de Jesús de Nazaret ins­pira más confianza que el sistema oficial político-reli­gioso judío por lo que capta una gran multitud de descontentos e insatisfechos, que le siguen. Se propone eliminar el influjo de esas estructuras, desafiando a sus autoridades y una forma de lide­rar este combate es enseñando en parábolas (Mc 4,1-2). Sube a una barca y la gente en tierra, miran­do al mar, escucha. Se desmarca de la tierra (ideales nacionalistas) y se abre al universalismo. Sus oyentes siguen mirando al mundo exterior desde el ideal judío (la tierra). No es el modelo de Mesías que el pueblo espera: no aparece gloria, fuerza, dominio. Más que una imposición, es una apertura igualitaria a los paganos.

Jesús quiere presentar al audi­torio su mensaje de salvación, reclamando su escucha personali­zada (Mc 4,3). ¡Escuchad! y les presenta la conocida parábola del sembrador, pero el grupo de seguidores que están «alrededor de él con los Doce», buscan un momento de tranquilidad para preguntarle por qué emplea el lenguaje parabólico (Mc 4,10). No han entendido la parábola y nos indican una diversificación del auditorio: con estos están «los de fuera». Jesús habla para todos en parábolas pero los oyentes escu­chan en distintas ondas y captan mensajes desiguales. Hay un pro­blema de sintonía.

Jesús contesta con razones, estrañado (Mc 4,13) de los más cercanos. No han entendido por qué Jesús cifra o vela su mensaje, creen que tiene que estar al alcance de todos; que ellos están en una situación distinta de la multitud, creen que no se requie­re una disposición especial o pre­paración distinta para escucharle; que existen prejuicios y conduc­tas que contradicen el mensaje de Jesús; creen que como el objetivo mira a una, reforma del sistema general judio, todos los seguido­res se apuntan sin más. En cam­bio, Jesús les habla, más que de la liberación socio-religiosa, de la disposición interior para abrazar el mensaje que llevará a cabo la actividad liberadora propuesta. A los de su círculo más cercano, que han escuchado su mensaje e intentan «vivir con él», compar­tiendo su vida y misión (Mc 3,14), les puede hablar más claro, por­que conocen los secretos del Reino. Han visto y vivido con Jesús, son sus testigos, y han optado por seguirle y escucharle. El «misterio» que se les ha revela­do les implica dejar injusticias, desprecios, dominios, opresiones; ponerse al servicio, más que en el centro de la atención como salva­dor. Esto les capacitaría para entender las parábolas, pero se ve que no lo han asimilado. Son insuficientes las rupturas con su pasado e insuficiente la adhesión a Jesús. Quedan todavía presen­tes actitudes y valores de las estructuras anteriores. Se han informado de los secretos del Reino, pero siguen sin asimilarlo y vivirlo.

Por otro lado, los de fuera están bajo la Ley judía discrimina­toria, exterior al hombre, lo que les incapacita para entender el Reino. Se sienten atraídos, simpa­tizan y le escuchan pero su men­saje está cifrado, velado porque no han roto con el pasado y nece­sitan reflexión y conversión, seguirle personalmente. Ven y escuchan pero no perciben ni entienden nada, a menos que reciban el perdón tramitado con un cambio interior de vida, vol­viéndose a Jesús, que implica mucho más que una enmienda de actitudes sin referencia a él. Creen que es posible un cambio estructural, social, sin un corazón y un Espíritu nuevo. Jesús sabe que su mensaje va frontalmente contra los privilegios de la ley judía, que obstina y mete en el pecado de injusticia, y presentarle directamente provocaría rechazo. No quiere imponerlo, sino dar pistas por medio de las parábolas para que vayan entrando en el perdón de sus pecados, en el cambio de estructuras.

Jesús hablaba en parábolas, según Marcos, porque es un len­guaje que invita a la reflexión e interiorización. Para los de cerca, que no se duerman, limen sus asperezas que impiden fructificar más el mensaje de Jesús; para que no se desanimen en su misión, puesto que su fruto es poco visi­ble pero importante: para que tomen conciencia de su diferen­cia. Para los de fuera, que entien­dan con la reflexión, que no es compatible su mensaje con el fondo de estructuras que ellos tie­nen. Deben desmontar sus estruc­turas socio-religiosas para que el mensaje fructifique.