Cuando Descartes tuvo el sueño profético que decidió su vocación, estaba en lo que llamamos una dulce 'flema'. y Newton, debajo de su árbol; y Buda, debajo de otro árbol; y Arquímedes tomando un baño. y cuando Platón platicaba con sus amigos en los jardines de 'Academos', no practicaba lo que nuestro siglo llama vida intensa. ¿No son sus diálogos pura morosidad, lentitud? y María, ¿no encontró la mejor parte, cuando sentada a los pies de Jesús, y sin prisa, escuchaba a Dios?
Me impresiona la manera de describir la oración de san Francisco de Asís, en un momento de total impotencia, en un momento crítico de su 'historia espiritual':
"Deseando entrar en los sentimientos del Señor, se dispuso a decir lentamente el salmo que Jesús había recitado en la Cruz eSal 22 [21]). Se paraba en cada verso. Todo el tiempo necesario para que la Palabra cayese en el fondo de sí mismo. Ante la palabra estaba; como siempre, sin defensa. La dejaba llegar a él con todo su peso" CE. Leclerq, Sabiduría de un pobre).
"Sí; la paz, el silencio y no tener prisa. El libro del que se lee una página y se deja caer para oír cantar la canción interior, y el lienzo ante el que uno se detiene, se sienta y se olvida de seguir adelante". Conozco un pintor así … , pura lentitud, en el que una pincelada nace de un gran silencio, prolongado, desesperante para el mirón …
Tenemos prisa, más ante Dios. Como no vemos nada … Es fácil pretender darle a Dios nuestros modales humanos y creer que lo entendemos. Pero, en realidad, lo que hacemos es introducir a Dios en nuestra prisa en lugar de entrar en su lentitud, en su eternidad … No estamos educados para eso.
El 'dejar hacer', esencial para el crecimiento en la oración, representa una contracultura que encuentra dificultades porque sencillamente vivimos equivocaciones, que soportamos pacientemente como aspectos, incluso, de nuestra cultura. Una de esas equivocaciones es lo que un psiquiatra califica como la 'patología de la prisa'. En un 'cómic' -como ahora se dice-, y en un alarde de diálogo socrático una persona preguntaba a otra, apresurada:
– ¿A dónde vas?
– No lo sé, pero tengo mucha prisa …
¡Qué reto el cultivar la capacidad de estar, siquiera cinco minutos, sin prisa interior y sin defensas, frente a la Palabra de Dios!