Porque es Pascua, podemos…

20 de abril de 2006

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.

Podemos hacer que cada mañana suenen las campanas a voleo,
para que se despierten los mejores sentimientos dormidos.
Podemos regalar uno, o dos, o cien globos
a los que están sentados cerca de nosotros, contemplando la vida en nuestros mismo banco.
Podemos encender uno o muchos fuegos para arremolinarnos alrededor, ¡aunque llueva! 
O ¡precisamente porque llueve!, para espantar la noche y el miedo y el frío.
Podemos regar muchas tierras resecas, estériles, infecundas,
porque de las cenizas pueden nacer y nacen flores,
y de las grietas de los corazones de piedra, brotar la vida,
porque la arena más reseca es capaz de llenarse de frescura.
Podemos sentarnos a escuchar nuestras historias y repasar juntos nuestra historia
para descubrir en ella los rastros salvadores de Dios,
porque siempre pasa Dios  Pascua  por ella, liberando.

Podemos ofrecer nuestra pequeña luz a la ilusión apagada,
                a la fe oscura,
                 la vida inútil como cera que no arde
    porque así nuestra pequeña luz será más viva e intensa.
Y si no, podemos pedirle a algún hermano que nos la encienda.  Hoy soy yo… mañana podrá ser cualquiera que se acerque hasta mí.

Podemos fiarnos de Cristo, que es siempre camino que se ha hecho « mapa »,
y seguir sus pasos cuando nos envuelva la noche,
porque él ha atravesado la noche y la ha dejado malherida;
tanto, que podemos también cruzarla, siguiendo sus pasos…

Podemos ¡cantar! , sí, atrevernos a cantar,,, un aleluya por la amistad que crece,
    por la alegría que se contagia,
    por la fraternidad compartida,
    porque están muy buenas las torrijas y los macarrones,
    porque llueve y porque deja de llover,
    por el mensaje sorpresa que nos llega al móvil,
    porque se ha acabado una guerra, aunque queden muchas otras pendientes,
    porque Dios es más bueno que el pan, y se pone cada día en nuestras manos,
    porque pan fresco que nos traen a la plaza todas las mañanas, muy tempranito,
    porque se casan -ya sabéis quiénes- y nos contagian su amor
    porque los nuestros cumplen años y lo celebramos, y porque cada día cumplimos un día más de nuestra vida y estamos más cerca de lo que queremos ser, y más cerca de recibir el cálido abrazo de Dios.

Podemos llenarlo todo de flores:
    – la puerta del alma y el balcón del corazón
    – la mesa donde amasamos el pan y servimos el vino de la comunión
    – la habitación oscura del dolor, porque nos atrevemos a abrir todas las puertas y poner un cuenquito de agua fresca
    – los altares a donde subimos a las personas a las que más queremos…
    –  y tener siempre algunas más por si acaso « en la sacristía », pero no de plástico, sino vivas, para que se sequen y haya que reemplazarlas de vez en cuando

Podemos cambiar las cosas de sitio, y hacer las cosas de otra manera, y aprovechar para pasar un trapo y quitar el polvo y las telarañas, aunque luego volvamos a poner todo como estaba-
Podemos dar la paz cuando nos la regala Dios y pedirla cuando la necesitamos del hermano.
Podemos rezar juntos y rezar las oraciones de los otros.
Así lograremos que muchas horas sean «horas santas»,
porque aunque a veces nos falten los verbos,
siempre podemos hacer silencio y escuchar al Verbo que se hizo carne.
Podemos permitirnos unas buenas dosis de locura
que nos saquen de la mediocridad y nos hagan sentir unos « locos por Cristo » -como decía San Pablo-
o que parezca que estamos borrachos, como los apóstoles en Pentecostés…
¡que por cierto, será la guinda-fiesta de la Pascua!

Y más, mucho más, sin terminar nunca.
La Pascua no son tres días.
La Pascua significa: ¡se pasa por aquí!
    ¡se puede pasar!
    ¡quiero pasar!
Porque ha pasado el Señor y seguirá pasando y pasará
y le veremos en cada cosa.