Promesa divina (I Sábado de Cuaresma)

I Sábado de Cuaresma

(Dt 26, 16-19; Sal 118; Mt 5, 43-48)

Promesa divina

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.¿Qué es más, que tú te comprometas con Dios, o que Dios se comprometa contigo? Sin duda que Dios se comprometa, porque Él es fiel y cumple su palabra. Puede parecer que Él queda hipotecado a la fidelidad humana, pero una vez que se compromete, no se retracta.

Si es importante  la opción que hagamos por Dios -“Hoy te has comprometido a aceptar lo que el Señor te propone: Que él será tu Dios” (Dt 26, 17) -, mayor es la opción que Dios hace por nosotros: “Hoy se compromete el Señor a aceptar lo que tú le propones: Que serás su propio pueblo” (Dt 26, 18).

Sin duda, el salmista acierta a reseñar el privilegio que significa tener a Dios por Dios. “Dichoso el que, con vida intachable, camina en la voluntad del Señor; dichoso el que, guardando sus preceptos, lo busca de todo corazón” (Sal 118).

Nos puede parecer imposible de cumplir la exigencia del Evangelio: “Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5, 48). Sin embargo, la perfección de Dios es justamente su bondad y su misericordia. Él no nos pide más de lo que nos da, ni es injusto en lo que exige. La sagacidad del creyente es entregarle a Dios lo poco que puede, porque sabe que Dios, después, se da a Sí mismo. Y ¿qué es más, nuestra entrega a Dios, o la entrega de Dios a nosotros?

¡Qué bien entendió este argumento Santa Teresa de Jesús!

Santa Teresa de Jesús

No quedará nunca por parte de Dios el corresponder a nuestra generosidad. “¡Oh hijas mías, que es Dios muy buen pagador, y tenéis un Señor y un Esposo que no se le pasa nada sin que lo entienda y lo vea! Y así, aunque sean cosas muy pequeñas, no dejéis de hacer por su amor lo que pudiereis. Su Majestad las pagará; no mirará sino el amor con que las hiciereis” (Los Conceptos del Amor de Dios 1, 6).

Aunque no lo hagamos porque nos pague, “a buen seguro que no falte por su parte. ¡Oh, oh, que es muy buen pagador y paga muy sin tasa!” (Camino de Perfección 37, 3).

Hagamos el trato de ser para Él, que Él será para nosotros. “Pues, si cuando andaba en el mundo, de sólo tocar sus ropas sanaba los enfermos, ¿qué hay que dudar que hará milagros estando tan dentro de mí, si tenemos fe, y nos dará lo que le pidiéremos, pues está en nuestra casa? Y no suele Su Majestad pagar mal la posada, si le hacen buen hospedaje” (Camino de Perfección 34, 8).