Ordinariamente planteamos la pastoral vocacional como selección divina entre los cercanos: se hace la propuesta vocacional a quienes están cerca, a los jóvenes que forman parte de nuestros grupos, nuestras parroquias, nuestras instituciones. Pero extraño y arriesgado es hacer una propuesta vocacional a quien se encuentra “lejos” o “alejado de la fe”. La pastoral vocacional de Jesús, sin embargo, presenta un paradigma pastoral diferente, que a veces ni se tiene en cuenta. ¿Qué fue si no el encuentro de Jesús con Leví y la llamada que le hizo?
Jesús se aproximó a quienes estaban alejados de la religión y del nacionalismo judío. Quebrantó las convenciones religiosas y políticas para adentrarse en un terreno peligroso. Allí estaba sentado, cobrando impuestos al empobrecido pueblo de Dios para dárselos al imperio romano, un tal Leví. Probablemente había allí otros cobradores; mas Jesús fijó su mirada solamente en él. Jesús estaba constituyendo la comunidad de sus seguidores y seguidoras. Seguramente hoy alguien le disuadiría de hacerlo en ese contexto. Sin embargo, Jesús se acerca al alejado, lo mira fijamente y lo interpela imperativamente: “¡Sígueme!”.
Extrañamente la reacción de Leví fue inmediata, radical: “se levantó y dejándolo todo lo siguió”. Era Leví probablemente un hombre sin preparación, un analfabeto religioso que debía aprenderlo todo. En su buena voluntad y agradecimiento no se le ocurrió otra cosa que agasajar a Jesús y despedirse de los suyos organizando una gran fiesta. Además invitó a sus colegas y otras personas cercanas a él y alejadas del sistema religioso de Israel.
La reacción del grupo religioso fue muy crítica e indirecta. No se atrevieron a interpelar a Jesús, pero sí a sus discípulos, que se dejaron llevar por la conducta de Jesús: “¿Porqué coméis y bebéis con los publicanos y pecadores?”. Es como si dijeran: ¿qué se puede obtener de un grupo humano como el de los publicanos y pecadores? La comunidad de Jesús quedaría marcada por la presencia en ella de tales sujetos. Sin embargo, Jesús advierte enseguida la crítica y sale en defensa de su actitud. Se trata de una comida vocacional y terapéutica: comer y beber con los enfermos pecadores los sana, los convierte y a Leví lo sitúa en un auténtico camino vocacional.
¡Qué parábola en acción! Es un relato que genera otros relatos. Jesús sabe que ciertos gestos de elección y comunión son peligrosos y desestabilizantes para el sistema. Pero no se echa para atrás.
Cuando en la Iglesia echamos en falta nuevas vocaciones para las diversas formas de vida y ministerio, pocas veces nos atrevemos a fijar nuestra mirada en quienes no forman parte de nuestro sistema, como hizo Jesús con Leví. Pocas veces entramos en su mundo enfermo para hacer posible la conversión, el cambio de mentalidad en ellos.
Una Iglesia que no comulga con los pecadores como Jesús, ¿cómo puede denominarse comunidad de Jesús? Tal vez por aquí encontremos un camino de “nueva evangelización”, que muchos de nosotros –más identificados con el grupo de los fariseos y doctores de la ley- no nos hemos dignado recorrer. Jesús se acerca a los alejados. Nosotros a veces nos alejamos de ellos y ellas. Jesús busca la oveja perdida, mientras que nosotros a veces la damos ya por perdida.
Comer con aquellos hermanos o hermanas que no gozan de buena fama ética, que tienen en cuenta nuestras normas morales o jurídicas, que se excluyen de nuestro sistema, no debe ser contemplado como un delito, como algo reprobable. Cuando se ven las cosas con los ojos de Jesús, todo es distinto. La cercanía, la convivialidad es una medicina que sana, que hace que la gente piense de otra manera, que le hace accesible el compromiso con el Reino de Dios.
¿Porqué no pensar la pastoral vocacional también en esta clave? ¿Una pastoral vocacional para alejados?
Qué incomprensibles son para muchos de nosotros tus gestos, Jesús. Tenemos miedo a contaminarnos, a perder la fama, el prestigio a ser criticados por los nuestros. Por eso, preferimos encontrarnos y entrar en comunión con gente que parece correcta, no problemática. Concédenos tu espíritu libre y audaz, para que sigan nuestras acciones narrando tus parábolas en acción.
La propuesta vocacional a los jóvenes alejados podría comenzar con la parábola del samaritano pero en acción; con una experiencia samaritana, que pudiera concluirse con el “vete y haz tú lo mismo”.