Que nos recuerden que nos necesitan.

    Nuestra visión y relación con los sacerdotes ha evolucionado mucho desde nuestra infancia. Atrás queda esa imagen del cura distante, sólo, sabio, que no necesitaba de los demás. Lo que más ha cambiado nuestra imagen ha sido la oportunidad que hemos tenido de conocer bastante profundamente a muchos de ellos. Desde esas experiencias sabemos que el tipo de cura que soñamos no es una utopía; es ya posible.

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.    Queremos unos curas que sepan hacerse vulnerables, que no se escondan y tras la funciones sagradas. Nos causan tristeza los curas «funcionarios», que reducen su ministerio al horario de despacho y no dan facilidades a los alejados. Los queremos más unidos, comunicativos y dialogantes con sus compañeros de equipo, de comunidad, presbiterio.

    Nos gustan los curas que se dan a conocer y no solamente se hacen admirar, que nos trasmiten más lo que viven y sienten que lo que saben. Nos gustan los curas que quieren a la gente y se dejan querer, que son capaces de pedir ayuda a los laicos, que nos recuerdan que nos necesitan. Nos gustan los curas conscientes de que nosotros no necesitamos su activismo, sino la calidad de su vida y relación con nosotros.

    Necesitamos sacerdotes que sean profetas de la sacramentalidad del amor conyugal, que sepan que su carisma de amor célibe completa y enriquece el nuestro, que valoren nuestra «iglesia doméstica», como germen y realización de la Iglesia.