Quiero sentirme atardecer de muerte
a la sombra-penumbra de tu mano,
y así palparte con temblor cristiano
en mis ojos aupados para verte.
Quiero sentirme así para lloverte
silencio en tu silencio casi humano,
Madre del corazón, borde cercano
donde despunta Dios su voz inerte.
Siento crecer tu noche en la postrera
roca de mi calvario desgarrada
y tu pecho surcado a vertedera
de amor y de plegaria. Inmaculada
Vírgen de soledad, tú eres la espera
del hombre hasta su noche iluminada.