Es éste un adjetivo muy actual para el sustantivo fidelidad. Pertenece a la naturaleza de la fidelidad en estos tiempos en los cuales se jalea día y noche la infidelidad: matrimonial, política, religiosa. Como valor permanente se refiere ante todo a la coherencia consigo mismo. Implica autenticidad y verdad en las relaciones interpersonales y conyugales.
Matrimonio como relación
La fidelidad a los propios compromisos y proyectos no está en boga. En la frialdad de los números, las estadísticas de separación conyugal nos dan una terrible noticia de lo que está sucediendo: las personas sufren, los proyectos de vida fracasan. En el fondo de plaga está el modelo de matrimonio realización individual frente al matrimonio relación
El matrimonio entendido y vivido como realización pone en primer plano la realización individual. Del matrimonio se espera que nutra los sentimientos de romance, intimidad, intensa realización personal y emocional. Sentimientos cálidos y románticos. Apoyo y aliento para los propios proyectos.
El matrimonio entendido como relación se orienta a la comunicación; entiende la propia realización como encuentro, diálogo y empatía con el cónyuge; es una realización dual; parte del conocimiento de uno mismo y desarrolla la confianza y la apertura al cónyuge. La realización individual no crece con el control y el dominio del otro. Crece con el amor y la entrega. Se crece en compañía de otra persona que te quiere y descubre en ti lo que tu mismo no adivinas.
La rebeldía del amor
Hace falta mucha rebeldía para ser fieles en estos tiempos en los que socialmente se impone la cultura de la infidelidad. La práctica de la poligamia sucesiva cada vez se ve más normal. Se publicita el divorcio de los famosos y poderosos. Las relaciones sexuales se presentan como ejercicio epidérmico al margen de la entrega personal, del respeto y la transparencia.
La verdad es que la fidelidad es una cuestión de confianza en sí mismo, en la persona del cónyuge; nada que ver con el control y el dominio; nada que ver con el conformismo ni con el gregarismo.
Ciertamente el amor es libre; el amor afecta a la misma libertad individual; la compromete en la dinámica del don. Si la libertad se desvincula del amor y de la verdad, lleva a la soledad y al aislamiento. Termina en la cárcel del capricho y de la superficialidad.
La verdad del amor
El amor verdadero no se relaciona con las cualidades del otro; no se focaliza en sus apariencias; se focaliza en la persona. No te amo porque seas la mujer más bella, más simpática o más atractiva del mundo: Te amo porque eres tú. No amo a unos ojos azules y una gran melena rubia; te amo por ser tú. No te amo porque eres un reflejo de mi mismo, te amo porque eres diferente de mí. El amor verdadero no se limita a la imagen, llega a la persona misma.
Tal vez haya que admitir que muchas separaciones no son verdaderas rupturas, porque no había nada profundo que romper; porque se trataba de una relación superficial y epidérmica. No pasa de ahí.
Pero el amor matrimonial seguirá siendo buena noticia.