¡Mirad este lago traspasado de luz y vida! Todo él nos invita al paseo y la contemplación. Su callada belleza y elocuente silencio colman de paz nuestra agitada y ruidosa existencia. Todo él es quietud, embrujo, azul, asombro, blanca mano, recogimiento, sosiego. Allí, el cielo se mira, se reconoce y se complace. Allí, hay un sitio para soñar, amar, volar en libertad y sentir el universo. Allí, hay un sitio para todos los humanos, todos los secretos, todos los enamorados, todos los paseos. Allí, todas las palabras callan y allí sólo el corazón toma la palabra. Allí, descalzamos el alma y dejamos que su hermosura se haga amiga y compañera de unos inolvidables visitantes que volvieron a ver la alegría y la belleza. En este lago, siempre niño y siempre vivo, el tiempo se ha eternizado. Ypacarai, volveré a ti y tú me seguirás dando inocencia, sonrisas, plegarias, transparencia, horizonte y aliento. Gracias por tu gracia.