Reina de la Familia

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.El Papa Juan Pablo II, recientemente canonizado, aprobó un Decreto de la Congregación para el culto divino, que incluye, de manera oficial para toda la Iglesia la invocación “Reina de la Familia” en la letanía Lauretana.

Orar con las letanías

Entre las maneras de oración, reco­mendadas por el magisterio, están las le­tanías. Una letanía es cualquier plegaria formada por una serie de invocaciones cortas, que los fíeles rezan o cantan en honor a Dios, a la Virgen o a los santos. Se suceden las invocaciones una tras otra a modo de oración de alabanza-súplica. Su origen es muy antiguo; se remonta a los primeros siglos de la cristiandad.

Se rezaban: en las procesiones, en la Vigilia Pascual, en los bautismos celebra­dos fuera de la Vigilia Pascual, en las Or­denaciones de presbíteros, en las oracio­nes por los enfermos y los difuntos, en tiempo de peste, en las desgracias, en las persecuciones…

En la liturgia oriental se utilizaron letanías a la Virgen desde el siglo III. Se la invo­caba de tres modos: Santa María, Santa Ma­dre de Dios y Santa Virgen de las Vírge­nes. .. Más tarde se añadieron reflexiones y elogios de los santos Padres a la Virgen. In­dudablemente estas invocaciones pueden ser consideradas como el gernien de las le­tanías marianas. Aparecen como ingenuos brotes de una- planta en primavera.

Es en el siglo XII donde encontramos unas primeras letanías de la Virgen. Cu­riosamente elogian los principales títulos tributados a la Madre de Dios. Existe cier­ta analogía entre los diseños de estas le­tanías marianas y los que recogen tantas alabanzas de Cristo en la antigüedad. Hacia 1.500 aparecen hermosísimas le­tanías. La más famosa de estas letanías de la Virgen es conocida como ‘lauretana’ por proceder del santuario de la Virgen de Loreto (Italia). Característica propia de la ‘letanía lauretana’ es no quedarse en los elogios a la Madre de Dios sino enco­mendarse a su intercesión; por ello des­pués de cada invocación se añadía: ‘Rue­ga por nosotros’, ‘Intercede por mí’, ‘apiá­date cíe mí’… (o fórmulas semejantes), por las cuales el cristiano que sufre o que está en peligro, se acerca a María para ob­tener su gracia mediadora ante el Hijo.

Reina de la familia

Con el tiempo, los Papas han ido aña­diendo invocaciones y títulos a las prime­ras letanías, como: ‘Reina asunta al cielo’ (Pío XII), ‘Madre de la Iglesia’ (Pablo VI) y ‘Reina de la Familia’ (Juan Pablo II).

Las familias tenían necesidad de con­templar a María como Reina de la familia. Un título que faltaba en las letanías. Y una Reina fuerte, comprometida con las fami­lias; que hubiera sido paite de una fami­lia; que conociera sus dificultades; que las protegiera del demonio, enemigo abierta­mente declarado de las familias: cuyo pri­mordial y maléfico pensamiento hoy es: destruir la familia. Y ya ha hecho bastan­te mal.

Dicha invocación recuerda que Dios otorgó un gran valor a la familia, puesto de manifiesto en el mismo plan de salva­ción, al enviar a su Hijo a la tierra, encar­nándose en una familia y teniendo a Ma­ría como madre.

Es una invocación que nos convoca a todos a tomar conciencia del valor de la familia y a reforzar nuestra confianza en la protección maternal de la Virgen sobre las familias. En consecuencia, llamar a María Reina de la familia es un signo que mues­tra dónde buscar y encontrar la luz y la fuerza para construir la propia familia.

Con esta invocación agradecemos la protección de nuestra Señora a las fami­lias. Admiramos el ejemplo de la Sagrada Familia y la proponemos como modelo de identificación para familias verdadera­mente cristianas.

  • Donde reside el amor de Dios, que es la base de la dignidad del ser humano.
  • Donde se crece en el amor, elemento necesario para dar sentido a la vida hu­mana. (María, ‘madre el amor hermoso’ cultivó el amor de novia, de esposa, de madre y de viuda).
  • Donde se cultiva y se cuida con esme­ro el valor de la generosidad con los necesitados, compartiendo con ellos los bienes recibidos; sin olvidar la ge­nerosidad con Dios.
  • Donde se respetan las leyes morales en la transmisión de la vida.
  • Donde la herencia anticipada para los hijos son los bienes espirituales.
  • Donde las familias son verdaderos ‘ho­gares’, no fríos hoteles.
  • Donde se ha posibilitado un amor ge­neroso y universal, traducido en voca­ciones consagradas al servicio de Dios en: misiones, monasterios, hospitales, escuelas…
  • Simultáneamente, llamar a nuestra Se­ñora ‘Reina de la familia’ nos interpela y nos compromete a pedir:
  • Por las familias deshechas por infideli­dades, separaciones y divorcios.
  • -Por las familias angustiadas por el pa­ro y por el hambre. (María supo de los
  • problemas que acompañan a la condi­ción humana: estrecheces económicas, críticas, persecuciones…).
  • -Por las familias infectadas por la lacra de la droga.
  • Por las familias anegadas en toda clase de bienes materiales, obsesionadas por consumir y permanentemente insatisfe­chas y vacías.
  • Por las familias abatidas por el terroris­mo y los secuestros.
  • Por las familias donde una enfermedad incurable se ha posado en alguno de sus miembros.

Los hogares cristianos tienen que dar entrada a María como Reina, para que una a los miembros y los aliente, ya que ella supo siempre darnos lecciones de ‘amor hermoso’: callando, sufriendo en silencio, y dándose a todo aquel que la necesitaba.
Santa María, ‘Reina de la familia’, rue­ga por todas y cada una de las familias. Que la luz de tu ejemplo brille en cada casa y cada familia goce de tu maternal protección.

Para pensar sobre la familia:

  • ¿En qué piensas?- preguntaron a un joven.
  • En mi familia, contestó.
  • ¡Bien!, entonces sigue pensando.
  • ¿Quieres, amar a tu familia?
  • Empieza por no pensar en ti mismo.

El mejor regalo que le puedes hacer a tu familia es ‘tiempo’ para estar con ellos.

 


Artículo pueblicado en la revista "Iris de Paz"