«He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra».
Hace unos días, en el camino de la Cuaresma, nos salía al paso san José. Hoy, para que no se nos olvide, la Virgen Madre, María. Hace unos meses celebrábamos la Navidad. Hoy se nos recuerda cómo comenzó todo. Todos los siglos están mirando hacia ti; todos escuchan tu voz, temblando en un sí, dice la canción “Estrella y camino”. Cada uno de nosotros ha tenido, en su vida, que tomar muchas decisiones, unas fáciles, otras más difíciles. Es normal que te tiemble la voz al responder. Nos podemos hacer una idea de lo que significa aceptar ser la Madre de Dios. Dedicar toda tu vida al Señor. Defenderle de todos los peligros en los primeros años, educarlo después, aceptar su marcha cuando empezó su misión, y seguirle, de cerca, pero en la sombra, como la primera Discípula. Casi nada. Y todo, con alegría, como le dijo el ángel. Porque era llena de gracia. Nosotros también estamos llenos de gracia, también a nosotros se nos dice que no temamos, que, si Dios está con nosotros, nadie nos podrá hacer nada. En esta Cuaresma, renueva tu deseo de decirle al Señor que se haga en nosotros según su Palabra. Que es Palabra de vida.
Oración.
La Encarnación de tu Hijo,
Padre, nos ha venido
por el “sí” de María.
Ayúdanos a entender
este misterio de nuestra fe,
que acerca tu divinidad
a nuestra humanidad,
y a identificarnos más y más
cada día contigo,
hasta que lleguemos a ser perfectos,
como Tú eres perfecto.
Amén.