SALVE, LLENA DE GRACIA (Lc. 1, 28)

En la vida de los hombres -se ha escrito- hay un secreto. La mayoría muere sin llegar a descubrirlo. Los cristianos lo sabemos pero no llega a estremecernos. Pero si nos percatáramos de lo que significa que Dios nos ama y que para El todos somos importantes… María ya sabía esto. Sospechaba, sin embargo, que dentro de ella había como algo más. Su corazón la estaba diciendo cosas que Ella no acababa de entender. Aquella mañana, el Ángel de la Anunciación parecía querer dar la clave con que comprenderlo. Fue como un relámpago. Aquello era una aparición. No, no era un sueño. Era una revelación: Salve, llena e gracia, es decir, colmada del favor de Dios, eres el encanto de Dios. No solamente Dios te quiere, sino Dios se ha prendado de Ti. María sin hacer nada, quieta como la rosa en el rosal, a lo sumo con sus gestos, una mirada suya, el leve paso de su andar ha encantado a Dios. El se ha prendado de Ella, se le ha ido el corazón y se ha desbordado en aquel interior. Yéndola mirando con sola su figura, vestida la dejó de su hermosura. ¿Cómo María iba a decir que no? Deja que aquel huracán de Dios se pose sobre su playa y que comience a tomar posesión plena de su interior y luego se desborde hasta sus entrañas. Dios se hizo hombre en aquel corazón.Algunos creyentes confiesan que no les dice nada María. Dios siente de otra manera. Se lo dijo a Ella por medio de un ángel: Dios te salve, María, llena eres de gracia. Tu eres la favorita de Dios.