Casi todo lo que sabemos de Ella es su nombre: se llamaba María. Parece un nombre como otro cualquiera y, sin embargo, todo él es como un resplandor. María -estas vocales anchas, abiertas, ilimitadas- se parece un poco al mar. Vibra en ellas toda una inmensidad. El ámbito de gozo, de plenitud y de quietud se revela en la anchura de unas vocales: a, a, a. María es abierta como una a. Esta letra es fácil de pronunciar, pues todos los niños del mundo la repiten incansablemente y casi solo saben decir papá, mamá. María es fácil de pronunciar por todos los hombres, incluso por aquellos que no suelen atreverse a decir Jesús. No sé lo que pasa, pero este nombre llega al corazón de todos, es como una luz que alumbra, enseña un camino y apunta en una dirección. Solamente esta palabra: María, y las pasiones se sosiegan, la cabeza se despeja, las puertas se abren mostrando una senda; uno comienza a ver a Dios. Dios es redondo como una O. María es ancha como una A; tiene un comienzo pero después no termina nunca.Madre nuestra que estás en los cielosSantificado sea tu nombreNo se haga en mí mi voluntad sino la de DiosAyúdanos a no caer en la tentación.Líbranos de todo mal. Amén.
San Juan, apóstol y evangelista
Jn 20,2-8. El otro discípulo corría más que Pedro y llegó primero al sepulcro.