SENCILLAMENTE MUJER

Ciudad Redonda

Lo que era ser mujer, incluso mujer ejemplar ha parecido algo obvio en la mayoría de las épocas. Solamente en la nuestra las mujeres dan la impresión de no saber qué es ser mujer, no saben qué hacer, qué pensar, no saben a qué atenerse. ¿Van a dejar de ser esas personas que quieren y cuyo amor es como una caricia de Dios? No, no es posible que una mujer no sea una llamada a la pureza, al don y a la fecundidad. En las primeras páginas del Génesis Dios la diseñó así: entregada para siempre a un hombre formando con él un sólo corazón y una sola alma, multiplicadora de vida, puro y transparente en sí misma como una mañana de abril. Es verdad que la mujer puede ser otras cosas, pero si deja de ser esto, pierde su figura de mujer. Y, ¡cómo potencia su feminidad la cercanía al Señor! Decía León Bloy que cuanto más santa es una mujer es más mujer. No tenemos más que recorrer el evangelio y mirar sencillamente a María. Apenas se nota ella, pero lo notan los que están a su lado. A su vera florece la vida, lo pequeño comienza a vivir; su vida es como una música bien compuesta e interpretada que apenas se oye, haciendo amable la estancia y la vida. Junto a ella, todo renace; su prima inicia un canto de alabanza, la alegría llega a una boda, Jesús muere en paz en la cruz teniendo al lado a su madre, en los apóstoles decaídos comienza a reverdecer la esperanza. Diríamos que todo se torna a su vera un poco inmaculado y transparente. María es todo una mujer, un encanto de mujer, un cielo de mujer. Como decía el poeta, si Ella nos mira nuestro junco comienza a cantar, la sangre vuela, y a nuestro corazón le nacen alas. Por la ventana de nuestra vida comienza a entrar alma, infinito, Dios…