Sinfonía de un Nuevo Mundo

    Todos los seres humanos buscamos la felicidad, cada cual elige un camino para llegar a ella, a veces la elección es errónea y nos topamos de bruces con el vacío y la nada; otras nos quedamos a medio camino de alcanzarla. Hay quienes incluso tienen miedo a conseguirla y disfrutarla y extravían su búsqueda… Jesús nos muestra el camino más sencillo para encontrarla, sin embargo, a veces la hojarasca no nos deja ver con claridad.

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos. Ya puede cambiar la historia, avanzar la técnica, alterarse las fronteras, inventarse nuevas dietas, variar los regímenes políticos de nuestro mundo…: los nombres de todos los tiempos han buscado y buscarán la felicidad. Cuanto más duradera, mejor. En esto no hay cambios. Y la buscan por muchos caminos. Pero ¡hay tantos que no la encuentran, y que parece que no tienen derecho a ser felices! Se diría que la mala suerte y la desgracia se han cebado en ellos, y que les ha tocado el gordo de la amargura y la desolación. ¿Qué habrán hecho para merecer eso?, se preguntan muchos.

ESTRIBILLOS PARA SER FELICES A MEDIAS

¿Cómo se puede ser feliz? Está claro: salud, consumo y amor.

-Procura mantenerte siempre joven, en forma, con aspecto agradable y levantando la admiración en los que te rodean: Si consigues un cuerpo «Danone» serás feliz. Si no lo logras, ¡qué poco vales!

-Gasta cuanto puedas. Compra todas las cosas inútiles que te presenten por ese sagrario que se llama televisión y que ocupa el centro de nuestras salas de estar -a menudo salas de vegetar, pero éste es otro tema-. Si no tienes dinero, pide un adelanto, o un crédito. Por cierto, que ya va siendo hora de que ese traje que llevas lo retires de la circulación, que ya te lo han visto los amigos muchas veces: pareces un pobretón. Te faltarán armarios para guardar tanta ropa, pero siempre se escapa un «no tengo nada que ponerme». ¿Nada, nada?

-Ama. O mejor: haz el amor. Puestos a hacer cambios, hemos trasladado eso tan grande que nos surge en el noble corazón… hacia esas otras «partes» del cuerpo que no
entienden de personas y sentimientos, y menos de memoria. Las personas están a tu disposición para que cumplan tus expectativas y cubran tus vacíos y tu superficialidad. Procura que todos te den mucho, cuanto más mejor…

¿Felices? Lo que importa es triunfar en la vida.

– Hijo: estudia una buena carrera y búscate un buen puesto de trabajo a toda costa… y ¡serás feliz!

-Pero papá: si ya he estudiado una carrera y no sé qué hacer con este título: hay montones como el mío. Pero si estoy buscando trabajo de lo que sea y no me dan más que contratos de seis meses…
El papá se queda con la boca abierta sin saber qué decir. Y como se le ocurra al hijo preguntarle al padre: ¿y qué hay que hacer para ser feliz? ¿tú eres feliz? entonces la boca se abre todavía más y se hace el silencio.

¿Felicidad? Ya sabes lo que dice aquella jota: «A vivir que son dos días, y a a los cien años, todos calvos». Y voy de fiesta en fiesta, de movida en movida, de tienda en tienda, de disco en disco, de pareja en pareja, de flor en flor, mientras me dure el dinero, que, ¡oye!, se gasta en un «pispas». Claro, que en cuanto viene un momento de silencio, en cuanto se presentan los problemas de la vida, (siempre tan inoportunos…). Lo de la calvicie cuando tenga cien años está muy bien, pero lo de vivir… parece más un sobrevivir, y los «dos días» ya podían ser de verdad dos, y nos aburriríamos todos bastante menos.

UNA NUEVA PARTITURA

El Maestro se ha venido a dar un paseo por aquí, y ha encontrado la orquesta del mundo bastante desafinada. Cada instrumento ha cogido el tono que le ha dado la gana, e interpreta la partitura que mis le apetece. Y poco a poco los músicos se han ido acostumbrando a que suene así, y hasta se han olvidado de que podría sonar bien. Ya ni se acuerdan cómo se afinan los instrumentos. En medio de ese jaleo surgen espontáneos miles de directores de orquesta que se dedican a aumentar el ruido -ya ni es música…-, y le han dado ganas de llevarse las manos a los oídos y gritar: ¡qué no! ¡qué así no podemos seguir!

Este desafine general se parece tanto a aquel que se produjo en Egipto en tiempos del Faraón -que también se había metido a director de la «Orquesta de Israel» y de otros «Coros Internacionales», convirtiéndolos en su Orquesta de Cámara particular, todos los faraones hacen lo mismo-, o en Babilonia, o an-I tes en tiempos de Noé, o de Babel, etc.
Cuando echa un vistazo a los encargados de cada grupo de voces y cuerdas -los sacerdotes, legisladores, gobernadores y políticos.. .-los encuentra bastante «des-concertados»: los unos se han metido en sus templos y se han dedicado a las liturgias y las disquisiciones teológicas y a las condenas indiscriminadas; los otros parece que legislan para sí mismos o se dedican a sacar tajada… Y los pobres, los enfermos, los parados en las plazas de todos los pueblos, los niños… ¡qué solos y qué desesperanzados! sentados en la última fila del patio de butacas con la obligación de estar callados, ¿qué hacer?

Algo ha intentado ya su admirado Juan Bautista, con escasos resultados: «Arrepentíos, que está cerca el Reino de Dios… El hacha está ya aplicada a la cepa del árbol: árbol que no produzca frutos buenos será cortado y arrojado al fuego… El trigo será reunido en el granero y la paja se quemará en un fuego que no se apaga…»

No. Casi nunca han dado buen resultado las condenas y amenazas. Necesitan otra cosa en este escenario. Necesitan líderes como Moisés, que trabajen para hacer pueblo; necesitan profetas como Isaías, que les inviten a soñar, a preparar caminos nuevos, a esperar, que les consuelen de parte de Dios, que se dediquen a encender luces. Sobre todo necesitan una Palabra que les recuerde que Dios les ama mucho, que se preocupa por ellos. Y necesitan saber que pueden ser felices.

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos. El Maestro ha ido urgentemente a buscarse ayuda. Afortunadamente aún quedaban corazones limpios, hombres dispuestos a nacer de nuevo, idealistas y utópicos, soñadores con los pies en la tierra… En definitiva discípulos que le ayuden a interpretar la sinfonía de un Nuevo Mundo. Los llama con autoridad y prisa: -Déjalo todo, ven y sigúeme. Olvídate de las viejas redes, del pescado maloliente, de ese charco grande de galilea, deja de una vez las monedas y ven ¡hay mucho que hacer! Con todos ellos sube a lo alto de un monte -como Moisés- y empieza a gritar como voz en el desierto del mundo, dando los primeros acordes de su sinfonía, para todos aquellos que estén dispuestos a afinar sus instrumentos, o quieran aprender a tocar con él -a nacer de nuevo, con aires nuevos-. Suenan los acordes de su escala de nueve notas en clave de «Bienaventuranza». Escuchadle:

  • Bienaventurados los pobres de espíritu, porque el Reino de Dios les pertenece.
  • Bienaventurados los afligidos, porque serán consolados.
  • Bienaventurados los desposeídos, porque serán consolados.
  • Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque serán saciados.
  • Bienaventurados los misericordiosos, porque los tratarán con misericordia.
  • Bienaventurados los limpios de corazón, porque verán a Dios.
  • Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque se llamarán hijos de Dios.
  • Bienaventurados los perseguidos por la justicia, porque de ellos es el Reino de Dios.
  • Bienaventurados vosotros cuando os injurien y os persigan y os calumnien de todo por mi causa: estad contentos y alegres, porque vuestro premio en el cielo será abundante…

Estos acordes suenan bien. A música celestial. Iremos escuchando una por una estas «notas» de su sinfonía de un Nuevo Mundo, junto con algunos importantes consejos a la hora de interpretar la partitura del Padre -Él fue quien la compuso-.

Para dialogar y orar

  • Redactar las bienaventuranzas de mi vida, las que estoy viviendo de verdad, las que me he creído.
  • ¿Quiénes son esos discípulos de todos los tiempos, y de éste, que se han apuntado a la orquesta del Reino? ¿En qué lo notas?
  • Casi nunca han dado buen resultado las amenazas y condenas ¿Cómo podríamos cambiar nuestro lenguaje eclesial para hacerlo más positivo e ilusionante, más poético?  Procurar redactar unas cuantas buenas noticias al estilo de Isaías o de Jesús. Para personas concretas y cercanas.
  • Convertir en plegaria los sentimientos que te han surgido a partir de esta lectura.
  • Pienso en los desafines personales más llamativos.