Querido amigo:
Aunque tu carta la recibí con alegría, el compartir que me hacías me preocupó y me inquietó.
Verte sufrir me duele siempre. Eres mi amigo desde hace bastante tiempo: desde el momento en que Dios cruzó nuestros caminos para que compartiéramos la vida y sus inquietudes.
Tu carta me pareció un clamor desde el dolor más hondo. La soledad que experimentas la describes perfectamente. Con todo lujo de detalles. Tus palabras me posibilitan alcanzarte bastante bien. Hasta el punto de que, metido en tu propia piel, me duele a mí también, a pesar de que me considere impotente para calmarlo. Me gustaría tener una varita mágica para deshacer toda esa madeja afectiva que ahora te aqueja. Pero no la tengo. Lo único que tengo es mi capacidad de acompañamiento y mi deseo de realizarlo. Y también mi cariño y amistad, con los que siempre podrás contar, cualquiera que sea el mal que te atormente.
Estoy de acuerdo contigo, cuando reconoces que la soledad que padeces tiene raíces muy profundas, que se remontan a hechos ocurridos en tu infancia y en tu contexto familiar, pero que tienen la virtualidad de que se clavan en tu psicología. Somos lo que hemos sido. Nuestro pasado no es sólo pasado. Está presente en las posibilidades y en las limitaciones del momento actual. Por eso es nuestro. Lo es para que, con nuestra inteligencia y nuestro dinamismo creador, lo canalicemos hacia el futuro. Un futuro que, al menos en parte, será lo que nosotros le hagamos ser.
En esta tesitura me preguntas mi opinión acerca de la posibilidad de la relación con esa chiquilla con la que eres amigo, y que te quiere y por la que sientes afecto, según me dices. Te agradezco que me manifiestes explícitamente tu miedo a jugar con ella. No quieres que la relación sea una vía de escape de tu soledad. También te agradezco que me hables de tu miedo al fracaso por lo que yo conozco de tí.
Estos miedos me dicen mucho de tí, porque nacen de la bondad de tu corazón, y de tu cariño y respeto por la gente, en general, y por esa persona en particular. Haces bien en tenerlos en cuenta. Y harás bien en analizarte a tí mismo para tratar de que no se hagan realidad y de que te mantengas honesto y no egoísta. Tienes que procurar ser honesto contigo mismo para ser honesto con ella. Amar a una persona es quererla por ella y para ella. No es quererla para solucionar los problemas de uno. Esto sería manipularla.
De todas formas, me parece que no sería correcto poner el parche antes de que se produjera la herida. Tus miedos pueden ser reales. Tus precauciones ante ellos también. Pero eso no quiere decir que te tengas que dejar agarrotar por tus miedos y tus precauciones, abandonando las posibilidades de esta relación. Yo creo en tu capacidad de amar sin manipular, con respeto y sin egoísmo. Y esta capacidad la puedes ejercer en esta nueva relación.
Ni tienes que preocuparte por el hecho de haber fracasado en otras relaciones. Por el hecho de que haya ocurrido con otras, no tiene por qué ocurrir con ésta. Lo que pasa es que, puesto que ya tienes experiencia de fracasos en la relación, has de tomar tus propias precauciones no sólo a la hora de amar, sino también a la hora de mantener la fidelidad en el amor. La historia es maestra de la vida. Cuando no nos dejamos enseñar por la historia, somos propensos a reiterar nuestros propios errores. Y para que esto no suceda hemos de ser cautelosos. Por lo que yo conozco de tí, creo que no te vendrían mal algunas cautelas.
La primera de todas es que no basta que seas amigo de esa chiquilla, por la que te sientes querido y por la que sientes afecto, según me dices. No basta el solo vago y generalizado afecto ni la pura amistad para fundar una relación como la que se puede esperar de vosotros. Sobre esto creo que ya tienes experiencia. Otras relaciones han fracasado para tí, a pesar de que existía afecto y amistad. Han fracasado, porque te faltaba enamoramiento.
Para emprender este camino de amor erótico en pareja tienes que estar enamorado. Totalmente enamorado. Hasta el punto de que puedas percibir internamente que estar con ella es capaz de dar sentido a tu vida. Que, mirándote a tí mismo, te haces consciente de que hacerla feliz es tu razón de vivir y lo que inspira tu compromiso y moviliza tus mejores energías. Que no concibes la vida sin ella. Que con ella se te disparan los sueños más profundos que albergas en tu corazón y que por cada poro de tu cuerpo te aflora la creatividad de mil y un proyectos para realizar en común. Que, estando a su lado, eres feliz. Celebras la fiesta de la vida. Tu corazón y tus entrañas se conmueven. No temes el futuro. Da un paso atrás la soledad y la tristeza. Su sola presencia, que siempre quieres mantener, aun cuando no sea físicamente posible, te cura de tus heridas y te hace sentir querido y valioso. Te vuelve alegre y juguetón. Te hace sensible y amigo de incontables detalles. Aunque siga todo igual, a tí te parecerá que todo ha cambiado.
Sinceramente te digo que, a pesar del afecto y la amistad, no son esos los síntomas que percibo en tí, por lo que me dices en tu carta. Tu soledad se resiste a alejarse. Mantienes el sinsentido. Tu alegría no surge como un manantial de tu interioridad. Creo que todo esto tiene que hacerte pensar.
Además, sigues manteniendo tu miedo por los acontecimientos del pasado, que yo conozco. Este miedo te habla de que la herida continúa. Te sigues considerando inaceptable. Te surge la tentación de ocultarle a ella este pasado tuyo. Piensas que, si ella lo conociera, sencillamente no te aceptaría, ni te querría.
La tentación es seria para tí. Si cedes a ella, quien comparte tu vida no te conocerá plenamente. Tu ocultamiento le servirá de engaño. Y el engaño es una incoherencia del amor, que exige la total acogida de las personas que lo viven. Mal podría acogerte ella, si tú le ocultas partes importantes de tu vida. En este sentido, no es a mí sino a ella a quien has de expresarle este miedo con transparencia, si estás decidido a emprender una relación de ese tipo. A ella corresponderá el aceptarte o el rechazarte. A tí te toca darle los elementos de juicio, cuando lo consideres prudente, aunque creo que no debe ser después de que se formalice vuestra situación.
Finalmente, por lo que te conozco, te recomiendo que trabajes tu fidelidad. Amar no te cuesta, cuando te nace espontáneo. Lo que quizá te cueste más sea ser fiel en el amor. Sobre todo, cuando llegan las pequeñas o grandes desilusiones, que también con esta persona llegarán y pondrán a prueba la decidida determinación que puedes tener de quererla. En mi opinión, aunque el amor de pareja no se da sin enamoramiento, éste no es el amor. El enamoramiento es un sentimiento. Amar es una decisión, que tiene sentido tanto en los momentos de ilusión como cuando la desilusión llama a las puertas de la relación.
Cuando te pido que trabajes tu fidelidad, te estoy animando a que no decaiga tu decisión de amar, en la esperanza de que, a medida que te vayas trabajado en este aspecto, puedas ir superando tus estados de ánimo y te vayas comprometiendo en los momentos en que el amor no te nace espontáneo. Esto me parece fundamental, si no quieres que tu relación dure lo que duran tus sentimientos.
No te canso más. Espero haber sido claro. Si no lo he conseguido, sigamos dialogando.
Un fuerte abrazo