¿Son felices los jovenes? Entrevista a Javier Elzo, sociólogo

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.
    Javier Elzo reconoce que es difícil definir qué es la felicidad, pero ello no le ha impedido ‘rastrear’ los caminos por los que viajan los jóvenes buscando ese estado de ánimo. Así lo hace en su último libro, Los jóvenes y la felicidad, que acaba de publicar la Editorial PPC. El catedrático de Sociología de la Universidad de Deusto, cercano a la jubilación, pero cercano también al mundo de los jóvenes, asegura que la mayoría de estos se sienten felices y que en muchas ocasiones son los padres quienes de verdad tienen miedo a su futuro, quizá porque aquellos se han acostumbrado a vivir en la provisionalidad.

¿Los jóvenes se plantean si son felices?
En realidad nos lo planteamos más los adultos. Ellos, fundamentalmente, quieren pasárselo bien. La palabra como tal no se la plantean. Los adultos somos quienes nos preguntamos en ellos. Después de investigar en algunos estudios, he llegado a la conclusión de que la mayoría de los jóvenes se dicen felices; están contentos con la vida. Aunque rastreando un poco en sus respuestas me he dado cuenta de que en realidad son menos felices de lo que dicen que son.

¿No son del todo sinceros en sus respuestas?
Son sinceros, pero he percibido que los jóvenes se sienten muy atados a la familia, a la escuela, al grupo de amigos… Lo cual no es malo, pero no pueden hacer todo lo que quisieran hacer. Hay zonas de sombras, de dudas, de miedos…

¿En qué hechos o en qué valores buscan la felicidad?
Es muy claro que siempre está en sintonía con las relaciones que mantienen con la familia y con el grupo de amigos. En el mundo juvenil todo juega en torno a la familia y los amigos. En las encuestas que hacemos ‘cuentan’ su vida cotidiana, en la que se encuentran bien, sin graves conflictos. Casi nunca dirán que su felicidad depende del dinero, del trabajo, de la pareja, de las buenas notas… Espontáneamente nunca responderán sobre estos temas en relación con la felicidad, quizá por que lo que resulta de por sí difícil es definir la felicidad. Analizando un montón de indicadores en encuestas como las de la Fundación Santa María o las del INJUVE (Instituto de la Juventud), que en España son prácticamente las únicas que ofrecen una visión global de los jóvenes, veo si se aburren en su tiempo libre, si están contentos con su vida, si creen que tienen libertad para organizaría…, y analizando sistemas de valores y determinados aspectos, que van desde la edad hasta las opciones políticas o religiosas, llego a la conclusión de que lo que les da la felicidad no se corresponde necesariamente con la respuesta que los jóvenes buscan cuando dicen que buscan la felicidad.

¿En el rastreo que ha hecho por lo que consideran la felicidad prima más el ser o el tener?
Manifiestamente el ser, pese a que en muchas ocasiones se vean egoístas, consumidores, despreocupados, incluso hedonistas. La imagen que los jóvenes tienen de sí mismos es bastante preocupante: la autoestima ha caído en picado en los últimos tiempos.

¿Cómo se relaciona esto con la idea de que los jóvenes se definan fundamentalmente felices?
Efectivamente podemos pensar que hay una incoherencia. Pienso que la baja autoestima viene porque lo que ellos buscan como felicidad al final no es lo que en realidad les da la felicidad, como decía antes. Entienden que la felicidad es divertirse con los amigos, noches de juerga, llegar tarde a casa, hacer lo que se les pone en la punta de las narices, no tener ningún tipo de compromiso… Cuando lo que compruebo es que es más feliz el joven que se divierte, pero que trata de no emborracharse todas las semanas, que sabe que al día siguiente tiene que trabajar, que sabe conciliar el pasarlo bien con el trabajo, con el esfuerzo, con el estudio. Este es un hallazgo fundamental.

El joven que tiene una visión altruista de la vida -preocupado por el otro, por lo que pasa en su barrio, por su entorno, por plantearse el tema religioso, aunque dé una respuesta agnóstica-, también es más feliz. Lo mismo ocurre con los que se plantean si se aburren, si están contentos o no con su vida… Al final de este ranking salen los más felices.

¿Quiénes aparecen como los menos felices?
Diría que fundamentalmente sale el joven socialmente ‘autista’, el que solo piensa en sí mismo. Es aquel que está cerrado en sí y es el que más se aburre, porque no tiene comunicación con el otro, ni tiene comunicación con la vida fuera del yo. En este pensar solamente en él es de donde viene una profunda insatisfacción y una baja autoestima, sabiendo que tiene un gran vacío vital. Es el grito silencioso del joven. Nos encontramos con un joven que quiere buscar la felicidad en eso que vulgarmente entiende como el no control, el despendole absoluto, pero mientras reconoce que es menos feliz que el joven que se divierte con un cierto control. Generalmente, además, suele haber una situación de conflictividad familiar o con los amigos, episodios de violencia, abandono de estudios… Este tipo de jóvenes es el más infeliz de todos, aunque afortunadamente no supera el 9%.

¿Sigue siendo válido el lema ‘es maravilloso ser joven’? Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.
Yo me encuentro con gente de mi edad -voy a cumplir 65 años-, que me dice: no quisiera ser joven. Lo cual es un fenómeno absolutamente único, porque hay gente que quisiera ser joven en lo físico, pero no le gustaría tener que enfrentarse a las dificultades de la sociedad actual, a la competitividad pura y dura, a una situación de enorme in-certidumbre laboral. Este mundo, cada vez más normativo, más duro, más anónimo, donde no cuenta la persona como tal, hace que en el fondo el joven perciba que le van a medir por la rentabilidad económica que le puedan sacar. Sin embargo observo que, muchas veces, los chavales están menos preocupados que los propios padres. Un joven hoy se hipoteca por 25 años o más, con un trabajo incierto, lo cual para un mayor puede resultar espantoso. Pero el joven vive así, porque vive en lo provisional. Saben que hoy todo es de un día para otro. De alguna manera han llegado a internalizar esa inseguridad, ese vivir el día a día, esa cotidianeidad, que pueden ser armas que nosotros no teníamos. ¿Es maravilloso ser joven? Lo que es claro es que va a ser más difícil tener una cierta seguridad en el futuro y cada vez será más importante la propia persona, y menos importante la familia de origen, los recursos económicos, los títulos quepueda tener y otra serie de aspectos que antes daban una cierta seguridad. Hoy va a importar el individuo con una cabeza ‘amueblada’, para lo cual será fundamental lo que dijo Jacques Delors: que los jóvenes hayan aprendido a aprender. En definitiva, que tengan un proyecto de vida.

En este sentido, parece que las chicas se plantean más un proyecto de vida que los chicos. ¿En estos momentos, están los jóvenes ‘acomplejados’ ante las jóvenes?
    Cuando hablo de los jóvenes en el futuro, termino mi libro diciendo que tengo mis dudas de que la actual situación se reproduzca dentro de 15 años. Es cierto que en estos momentos los chicos tienen, no sé si un complejo pero sí una sensación de que les ‘pisan’ las chicas. En la Universidad de Deusto, por ejemplo, las personas que acceden al profesorado la mayor parte son mujeres. Es fácil pensar quedentro de unos años, cuando los catedráticos de ahora estemos jubilados, serán mujeres las catedráticas y ocuparán el staff académico. ¿Quiere esto decir que en el mercado laboral las mujeres ocuparán los puestos más relevantes? Sinceramente creo que no. Habrá una serie de dificultades, de rémoras reales, que en mi opinión van a crear un problema de ‘mujer frustrada’. Lo digo con dolor y preocupación. La mujer se va a dar cuenta de que no tiene acceso a una serie de puestos que su formación se lo permitiría.

Usted, que es católico ‘militante’, hace unos años me comentaba que en España había un grave problema entre la juventud y la Iglesia. ¿Sigue el problema?
La verdad es que el último estudio de la Fundación Santa María, en 2005, nos supuso un jarro de agua fría a todos los que participamos en él. Los datos son terribles, pero sigo sosteniendo que la demanda religiosa, en su sentido más profundo, está presente, en los jóvenes. Dos terceras partes de ellos se plantean las cuestiones existenciales del hombre, del bien, del mal, del más allá… También es cierto que la presencia religiosa no es la de hace unos años, porque vivimos en una sociedad excesivamente secular. Por otra parte, no deja de ser sintomático que la literatura de lo mistérico, de lo pararreligioso, esté por todas partes. Esto tiene una significación sociológica que no podemos dejar de lado. Lo que ocurre es que los jóvenes no van a misa, no están en la iglesia. La figura del Dios de los cristianos no les llega por ninguna parte, porque hay muy poca gente que consigue llegar a los jóvenes desde la pregunta religiosa. Ha desaparecido la visibilidad de la figura de Jesús.
También hay que decir que la Iglesia lo ha puesto muy difícil. Ha estado excesivamente obsesionada por los temas de moralidad, como si fuera el centro del mundo, creando un auténtico foso respecto a los jóvenes. Me duele profundamente que la Iglesia esté hoy continuamente mirando los avances de la ciencia con miedo y que buena parte de la historia de la Iglesia haya sido una negación continua. Creo que hay que hacer de verdad lo que dijo Benedicto XVI en la televisión alemana sobre que el catolicismo no es un cúmulo de pro-hibiciones. Ya va siendo hora de que la Iglesia no aparezca como el reino del ‘no’, sino como el reino de la presentación positiva de las cosas. Lo cual no quiere decir que no tenga que decir ‘no’ en ocasiones.

¿Cuál es el reto con el que se enfrenta la Iglesia respecto a los jóvenes?
El reto fundamental en España está en aprender a vivir en el paradigma de una sociedad laica, con riesgos de laicismo, incluso por parte de miembros del Gobierno. Tenemos que centrarnos en lo esencial, que es la afirmación de la divinidad de Jesús, un Dios que se hizo hombre para por amor llegar a morir por los más débiles.

    Texto y fotos: J. Ignacio Igartua