Tarde de domingo. Pocas cosas hacen falta para sentir la dicha: uno mismo, un paseo, una flor, una suave brisa, el sereno aire puro, rayos de sol, la última caricia de la tarde que ya declina, el azul del cielo, la luz de una sonrisa, un amigo a tu lado, el amable silencio, la palabra franca, el mirar lento, el saludo del que pasa, la plegaria sentida, un verso del salterio, unas gotas de fe, las altas palmeras, el trino amoroso de los pájaros, el polvo del camino, campos abiertos, horizontes infinitos, mantenerse lleno de vida. Aquel caluroso domingo de agosto nos regaló una tarde de paseo.
Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo
Jn 18, 33b-37. Tú lo dices: soy rey.