Testigos de amor para toda la vida

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.Dentro de un par de meses cumpliremos 52 años de casado y ha sido bueno reflexionar sobre qué comportamientos y actitudes, de los dos, vemos que vamos creciendo en nuestra relación matrimonial.

Y lo hemos hecho a través de unas cartas que nos hemos dirigido y que tenemos el agrado de compartiros aquí.

En mi carta, le decía a mi esposa:

Cariño, hoy me ha gustado de ti esos ratos de oración que haces en alguna iglesia para tenernos a todos nosotros presentes ante el Señor. Muchas gracias.

Es indudable que no habernos abandonado en nuestra relación a lo largo de tantos años, ha hecho que, tanto nuestros comportamientos, como nuestras actitudes, hayan ido evolucionando. Y, en nuestro caso, para bien.

Estoy convencido que, para ello, mucho ha tenido que ver tantos diálogos que, en profundidad, hemos mantenido, así como tantos momentos compartidos con otras parejas que, como nosotros, han enfilado también un camino de búsqueda de su felicidad. Una felicidad que no es otra que el ver cumplidos los sueños que tuvimos cuando decidimos unir nuestras vidas para siempre.

En cuanto a mí, echando la vista atrás, soy consciente de algunos de esos cambios de comportamientos y actitudes. He salido de mí, de pensar en mi yo para abrirme más a los demás. Ahora tengo una actitud más abierta y servicial.

No me cuesta ceder de mí con tal de verte a ti más feliz. Atrás quedaron aquellas situaciones en que, a causa de mi actitud egoísta y acusatoria, hacía que brotaran lágrimas en tus ojos.

Ahora, aunque a veces te recrimino que ya te he explicado algo y que no pones interés, me siento feliz y dichoso cuando vuelvo a repetírtelo, para que lo aprendas o entiendas mejor, con el único fin de que seas más autónoma y sientas mejor tu autoestima y validez.

Igual me sucede cuando dejo lo que estoy haciendo para escuchar con atención lo que quieres decirme, aunque piense que eso a mí no me incumbe.

Con el paso del tiempo, he ido apreciando más lo que supone estar juntos, salir juntos a pasear, participar juntos en todas nuestras actividades, incluso descansar juntos en el salón de casa leyendo, viendo la TV, tomando un aperitivo o hablando de nuestros hijos y nietos.

Noto también mi creciente deseo de que seas autosuficiente en cosas que, antes, me reservaba para mí, como son la evolución de nuestra economía doméstica, el trato con los bancos, la conducción del coche, etc. Hechos, todos ellos, que me hacen ver que mi confianza en ti ha ido aumentando con los años.

No me cuesta cambiar aquello que tenemos que presentar juntos y que, habitualmente, suelo presentarte yo como borrador. Es algo que, antes, o no aceptaba o lo hacía a regañadientes.

Ver reconocidos esos cambios en mí, por personas que nos conocen hace muchos años, me hacen sentir satisfacción y orgullo, a la vez que desafiado e ilusionado para seguir cambiando y adaptando mis comportamientos y actitudes en aras del crecimiento de nuestra relación.

Gracias, cariño, por ser mi principal valedora.

Te quiero,

F.

Por su parte, esta es la carta que me escribió mi esposa:

Querido F.:

Me he sentido importante para ti cuando hoy has encendido la calefacción para que no tuviera frío. Gracias amor.

Soy consciente de que, con el paso del tiempo, mis comportamientos y actitudes han ido cambiando intentando hacerte la vida más feliz a mi lado. Así, ahora, cuando hago las cosas, suelo poner más interés, esmero y cariño, pensando más en ti que en quedar bien. Ante mis dudas y fracasos, ahora confío más en pedirte ayuda, sin avergonzarme de mi incapacidad y poniendo más empeño en aprender para poder ser cada día más autónoma. Trato de esforzarme por tener al día los compromisos adquiridos en nuestros diálogos y en llevar a cabo esas oraciones en un tiempo que, antes, empleaba jugando con la Tablet.

En fin, me doy cuenta que voy alcanzando metas que anteriormente ni siquiera me planteaba.

En cuanto a ti, voy notando tus detalles de delicadeza a la hora de pronunciarte ante lo que te gusta o no de mí, o de las cosas que hago, tanto en lo que se refiere a las comidas como, en estos últimos tiempos, a la relación con mis hermanas y sobrinas. Tu respeto al estar a mi lado para ayudarme en mis acciones, me llena de gozo y me ayudan a vivirlas con una gran paz interior.

Particularmente, en estos últimos días, he sentido que era muy importante para ti, ya que me he dado cuenta que me has puesto por delante las luces encendidas, la calefacción y todos esos pequeños detalles que, a veces, han nublado nuestra relación. Pienso que esos diálogos, que con tanta frecuencia mantenemos, nos están ayudando a estar más pendientes el uno del otro, dejando aparcadas todas esas incidencias, internas y externas, que antes tanto solían incidir en el devenir de nuestra relación.

Al ver cómo he ido modificando mis comportamientos y actitudes, intentando hacerte más feliz a mi lado, me siento satisfecha con el esfuerzo y el interés que estoy poniendo encaminados a mantener viva nuestra relación y para llevar a cabo las cosas con otro talante.

También me siento más liberada de mis esclavitudes de comodidad, dejadez, inconstancia e, incluso, de mi yo. Noto que todo esto me lleva a ser más libre a la hora de actuar y comportarme. Tengo que agradecerte esos cambios que tú también has ido haciendo encaminados a mi bienestar. Gracias por tu apoyo incondicional, que me ayuda a reconocer la suerte que tengo teniéndote a mi lado.

Te quiero,