Tomad el corazon de mi niño. Una Buena Noticia, un buen gesto

   
\"\"Murió cuando iba a comprar una corbata. Un tiro en la cabeza y otro en la pelvis desvanecieron el sueño de completar un traje.Después, su diminuto cuerpo ayudó a dar vida a otros: hasta
seis personas, judías. Él era palestino. Sólo un niño.
Con motivo de la fiesta de Aid al Fitr, el equivalente musulmán a la Navidad cristiana, que se celebra después de finalizar el Ramadán, Ahmed Jatib, de 12 años, recibió como regalo de su padre un traje que consideró incompleto. Le faltaba la corbata. Tanto insistió que su padre, Ismael, le dio un poco de dinero para que pudiese comprar una.

    Ahmed salió de su casa en el castigado campo de refugiados de Yenín y cuando se encontraba a pocos metros de la tienda,
soldados israelíes que patrullaban el área para capturar a un
miliciano palestino le dispararon. Era el 3 de noviembre.
Ahmed Jatib resultó gravemente herido y los propios soldados le
trasladaron al hospital de Afula. Después fue trasladado al centro
Maimónides de Haifa, también israelí.
    De jueves a sábado, Ahmed se debatió entre la vida y la muerte.Y al tercer día expiró. Eran fechas de fiesta entre los de su credo, la celebración de Aid al Fitr, en la que las familias musulmanas rezan, visitan a sus allegados, organizan comidas y muestran su generosidad con regalos a sus seres más queridos, en un ambiente propicio para las buenas acciones.
    «Tenía seis hijos. Hoy tengo cinco más los otros cinco que mi hijo salvó», dice Ismael, el padre de Ahmed. Porque sobreponiéndose a la inmensa tragedia de su pérdida, e imbuidos quizás por ese ambiente de buenas acciones de la festividad de los musulmanes, los padres del pequeño tomaron una decisión que ha conmocionado a israelíes y palestinos. Sí, donaron los órganos de su hijo a un hospital de Israel, el Schneider, situado en la ciudad de Petaj Tikwa, próxima a Tel Aviv.

    La decisión, explica a CRONICA Ismael, «vino del dolor que tenía dentro. Quería que fuese una carta de paz. Todo pueblo tiene símbolos de paz. Yo decidí que este acto fuera mi rama de olivo, un ejemplo para el pueblo israelí y sobre todo, para que los niños que han recibido sus órganos actúen en favor de
la paz».
    Ismael Jatib tiene 40 años y trabaja como mecánico en un pueblo al otro lado del muro de separación que Israel ha levantado en Cisjordania, mientras que su mujer, Um Mohamed, de 34 años, cuida de los cinco hijos de 15 a 2 años que le quedan con vida: Mohamed, Alhead, Ahmad, Ilad y Tacua.

EL SUEÑO DE AHMED


    Ahmed era el tercero de los seis hijos. Era un niño inteligente, tranquilo y voluntarioso. Pero sobre todo un niño sonriente.«Siempre se reía, incluso cuando le queríamos castigar reía», afirma el padre. La joven esposa le interrumpe para añadir: «Durante la Intifada perdió muchos amigos de su misma edad.
    Pero no era un niño que fuese a tirar piedras a los soldados. Era muy sensible y le gustaba dibujar, su sueño era ser profesor de dibujo». Y enseguida nos es mostrado un bloc con dibujos coloreados por el crío. Hay mucha alegoría e intención en sus obras infantiles.Por ejemplo, en un retrato de su abuelo, en el que se puede leer «ejecutado con la pluma del artista Ahmed Jatib», aparecen dos palomas blancas de la paz mirándose la una a la otra. Hay también una multitudinaria cena de Ramadán junto a toda su familia bajo la luz de la luna, la Cúpula de la Roca en Jerusalén…
    Así era el pequeño universo de Ahmed, el niño que de alguna forma se ha sobrevivido a sí mismo. Mucho tuvo que ver en ello la mujer que le dio la vida, Um, la madre. «Animé a mi marido con la idea de que los órganos de mi hijo fuesen donados a otros niños, porque ellos sufren mucho.No me importaba que fueran musulmanes, judíos o cristianos. Los niños no deben sufrir… Los niños no deben morir…».
    Además, el hermano de Ismael murió con 24 años cuando esperaba un trasplante de pulmón. «En cuanto el doctor me dijo que mi hijo moría, recordé la tragedia de mi hermano. Pensé que quería dar vida a otros niños con sus órganos».
«La idea surgió cuando el médico me dijo que mi hijo no tenía futuro porque la bala había atravesado la cabeza y había perdido gran parte de su cerebro. Pregunté si era posible donar sus órganos, y el médico dijo que sí», explica Ismael. Después musita: «Siento que mi hijo ha entrado en el corazón de cada
israelí».
\"\"
       Los órganos de Ahmed fueron trasplantados en seis cuerpos. El corazón lo recibió una niña de su misma edad. El hígado fue repartido entre dos pacientes, un bebé de siete meses y una mujer de 56 años. Sus riñones fueron trasplantados a un niño de 5, y sus pulmones, a otros dos menores de 4 y 5 años.
    En Israel, la falta de órganos para trasplantes es un problema endémico por los tabúes que para los religiosos judíos supone esta práctica. De los seis israelíes a los que le fueron trasplantados los órganos del pequeño palestino sólo ha trascendido la identidad de la niña Samah Gadban, cuya familia es de origen druso (escisión del Islam).
    Samah tiene la misma edad que tenía Ahmed. Ahora ella lleva su corazón. Su padre habla por ella. Se llama Riyad Gadban: «Mi hija estaba en muy mala situación y en espera de una donación.Nos llamó el doctor del hospital el sábado por la noche. Me dio mucha felicidad la noticia. No sabía a quién pertenecía
el corazón antes de la operación. Le preguntamos al doctor y nos dijo: "¿No habéis escuchado las noticias?". Cuando lo supe, me entristecí por la familia y lo que ha tenido que sufrir. Después pensé que así es el destino. Dios lo ha escrito así».

    A sus 55 años, Riyad es conductor de autobuses en una de las principales compañías de Israel. Además de Samah, tiene otras dos hijas, de 10 y 16 años, y un hijo ya mayor y casado. Y comprende bien el dolor de la familia Jatib porque sabe lo que es perder un vástago. Su hijo Mohamed murió en 1991, cuando tenía 10 años, de una enfermedad del corazón.

ARMAS DE JUGUETE


    El pequeño Ahmed, en cambio, estaba sano y feliz hasta esa mañana en que salió a comprarse la corbata. Sus padres, Ismael y Um, están convencidos de que las balas que acabaron con su hijo fueron disparadas premeditadamente. «Dos balas, una en la cabeza y otra en la pelvis. Si es cierto que los niños estaban molestando, ¿no podrían los soldados haber disparado al suelo o al aire?».
    En cuanto Ahmed resultó herido, el Ejército de Israel argumentó que el pequeño portaba un arma que luego resultó ser de juguete, e incluso difundió fotografías de un arma simulada para justificar sus disparos. Los padres de Ahmed están convencidos de que no fue así. Consideran que las afirmaciones de los soldados sólo forman parte de un argumento repetido por Israel para justificar la muerte de los niños en sus incursiones en los territorios palestinos.
    Sin embargo, los amigos de Ahmed colocaron sobre su cadáver sus juguetes, unas metralletas de juguete similares a las auténticas, que quizá el niño compartiera.
    A pesar de las controversias y de que su hijo murió por las balas disparadas por una mano israelí, sienten con orgullo la decisión que han tomado. Y le ponen palabras: «Una medalla de honor para nosotros». Pero no sólo para ellos. También, dicen, para el campo de refugiados donde viven junto a otros 15.500 palestinos. Para todo el pueblo palestino. Un honor y un gesto cargado de palabras y buenas intenciones. «Nosotros sólo queremos la paz», se repite en la casa de los Jatib. Están
convencidos de que gestos como el suyo ayudarán a hacer ver que no todo su pueblo lucha a través de la violencia. Que «la ocupación tiene que acabar. Tienen que marcharse de los territorios palestinos y dejarnos vivir libremente», dice el padre.
El campo de refugiados de Yenín representa, a los ojos del primer ministro israelí, Ariel Sharon, la cuna de importantes facciones palestinas como Hamás, Yihad Islámica o las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa.

    Precisamente el líder de este último grupo en Yenín, Zacarías Zubeidi, uno de los hombres más buscados por Israel, ha acompañado en todo momento a la familia del pequeño. Hasta llevó sobre sus hombros el cuerpo sin vida de Ahmed hasta el cementerio.
    Es por toda la historia pasada, por la presente y por el deseo de que la futura sea contada de otra manera por lo que los padres de Ahmed, tras consultar con su familia y con religiosos islámicos, decidieron donar los órganos de su hijo. «Nuestro propósito es que se busque otra manera de resolver el problema de este conflicto».Que se salven muchas vidas de niños amenazadas a diario.

    Según datos del Centro de Información Israelí para los Derechos Humanos B\’Tselem, la segunda Intifada se cobró la vida de un total de 205 menores de edad (192 palestinos y 13 israelíes).

    Historias como la del pequeño Jatib ayudan a tender puentes.Su familia y la de la niña Samah Gadban, la que recibió su corazón, han establecido en estos días estrechas relaciones personales.El tío de Ahmed, Mustafá, fue al hospital Schneider, donde se encuentra ingresada Samah, para visitarla. «Le di
las gracias por venir y he invitado al padre a nuestra aldea porque ahora somos una sola casa», asegura el padre de la niña. Riyah considera el acto de Ismael como un gesto que demuestra su gran corazón y que abre el camino para la paz y la reconciliación entre Israel y los palestinos: «Además de dar vida a niños inocentes, cedió órganos sin pensar a quién iban dirigidos, sin importarle si eran árabes o judíos. Sólo pensaba en abrir un nuevo camino.Ha hecho algo grande que motivará a otra gente». Y añade: «Lo ha hecho para que la vida de su hijo siga delante de sus ojos y que otros tengan vida».

HÉROE INVOLUNTARIO



    Samah abandonará el hospital en unas dos semanas. «Antes no podía caminar, ni ir a la escuela y llevaba cuatro años esperando un nuevo corazón. En cuanto regrese mi hija a casa iremos a Yenín», asegura el padre. No podrán hacer lo mismo los padres del niño de siete meses al que se trasplantó parte del hígado de Ahmed.El bebé no consiguió sobrevivir tras la operación.
    Convertido en héroe involuntario, Ismael Jatib escuchó los más grandes elogios de boca de altos mandatarios israelíes.
El portavoz del parlamento israelí, Reuven Rivlin, describió su acción como un «gesto extraordinario» y el viceprimer ministro de Israel, Ehud Olmert, «llamó desde la oficina de Ariel Sharon, me dijo que estaba orgulloso por lo que había hecho y me invitó a visitarle en Jerusalén». Una invitación que Ismael Jatib no descarta. «Me reuniré con él porque quiero continuar con este mensaje».
    Por lo pronto, el padre de Ahmed ya ha visitado la Mukata, donde el presidente palestino Mahmud Abás (Abú Mazen) no dudó en asegurarle que su actitud era un acto noble que ayuda a la causa palestina.«Me animó a ir a Israel para exponer mi punto de vista de forma individual o en el Parlamento», explica.
    Pero el gesto de Ismael ha traspasado los grandes nombres y ha emocionado a palestinos e israelíes tras conocer que pasó cinco años en la cárcel por su pertenencia a Al-Fatah. Ésa fue la razón de que no llegara a tiempo a Haifa para ver morir a su hijo.En su intento de alcanzar la ciudad israelí, Jatib permaneció retenido durante largas horas en un puesto de control militar israelí a causa de sus antecedentes penales. A pesar de ello, una vez en el centro médico accedió al trasplante de órganos.Allí
firmó la autorización.
    Todo el campo de refugiados de Yenín, considerado por Israel uno de los baluartes mas feroces de la resistencia palestina, se ha solidarizado con Ismael y se ha ablandado la ira y el odio que históricamente sus habitantes han sentido hacia todo lo israelí.
La familia de Ahmed acoge con cariño a todo aquel que desee escuchar la historia de su hijo, ver su ropa, sus juguetes, sus dibujos y la habitación donde dormía. Hoy en la casa donde vivió las mujeres se reúnen cada tarde para acompañar en el dolor a su madre y lloran juntas la ausencia de un crío ya inolvidable.

EL DESTINO DE LOS ORGANOS


1. Hígado. Donado a dos pacientes: un bebé de 7 meses (que murió) y una mujer de 56 años.
2. Riñones. Para un niño de 5 años.
3. Pulmones. Para dos niños, de 4 y 5 años.
4. Corazón. Trasplantado a Samah Riyad, una niña de 12 años de origen druso (árabe-israelí).