Tomar la propia responsabilidad en la relación

Vivir en relación es todo un arte. Se requiere tener corazón de artista para crear en ella la belleza, de la que después se pueda disfrutar. También es una tarea que conlleva una buena dosis de responsabilidad, que cada uno tiene que asumir como propia, si no quiere ver el campo de la vida en común agostado de malas hierbas, de espinas y de abrojos. Como casi todas las cosas en la vida, la relación es don y tarea.

Mis queridos amigos:

    Recibir vuestra carta fue una alegría. Pero, a la vez, fue un motivo de inquietud al saber que entre vosotros la comunicación y el diálogo no estaban todo lo finos que cabría esperar. Esta inquietud mía me habla del cariño que os tengo y de mi deseo de veros crecer cada día en vuestra relación de pareja.

Estoy convencido de que no vale la pena estancarse. Y la mejor manera de estancarse es romper la comunicación profunda y el diálogo, sea cualquiera quien inicie esta ruptura. Cuando la incomunicación hace presa la relación, ya tenéis experiencia de perder la lozanía no sólo de la relación sino también de cada uno individualmente. No es la primera vez que experimentáis esto. Cada uno por su parte se pierde a sí mismo para la tarea de llevar adelante una vida ilusionada propia de caminantes en permanente crecimiento. Entre vosotros, cuando se pierde la relación profunda, puede que se pierda también la alegría de vivir.

Y, cuando esto sucede, se experimenta la muerte de alguna manera. Unas veces, será en forma de un quehacer rutinario, que no sacia el corazón y que se ve, en el fondo, como fuente de agotamiento estéril; otras veces, será en forma de pérdida de la estima, que lleva a la infravaloración de la propia persona o de las demás; otras, por fin, se pueden disparar las máquinas de hacer juicios, que terminan en la distancia y el alejamiento de lo que más se quería en la vida.Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos. Todo este vacío que se puede vivir es un reclamo a salir de la situación: a poner vida en la muerte. A vivir la Pascua.

La historia es maestra de vida. Lo que vivimos, sea positivo o negativo, puede enseñarnos mucho, si estamos atentos a los efectos que se producen en nosotros y en los demás por la manera cómo nos comportamos. Los efectos de nuestros comportamientos nos hablan de nosotros mismos y nos llaman a buscar alternativas de responsabilidad. Estar atentos a ellos, con un corazón disponible y generoso, es la mejor manera de aprender la lección de la vida y de responder a ella, poniendo en ejercicio responsable lo que vamos aprendiendo.

La responsabilidad tiene un primer paso, que es el de estar abiertos, evitando la cerrazón impulsiva y reactiva que se nos produce ante el comportamiento, real o imaginario, de los demás. Es necesario vestirse internamente de generosidad y de gratuidad. Y hay que esforzarse por expresar con ternura la acogida y el acompañamiento, a pesar de toda la carga negativa que podamos llevar, emanada de nuestros juicios. Estoy convencido de que para tratar de ser responsable se requiere tratar de ganar en bondad de corazón, además de atención e inteligencia. Yo espero que, en la situación que estáis viviendo, no os falte ninguna de las tres cosas, como tampoco espero que me falten a mí.

Muchas veces, esta esperanza mía se hace súplica y oración al Señor, que es el dador de todo don. Le pido a Él que nos conceda a los tres un corazón nuevo: un corazón de discípulo en el seguimiento de Jesús a través de cada uno de los acontecimientos de la vida. Estoy convencido de que es en la vida de cada día donde se sigue a Jesús y donde uno tiene que irse identificando con Jesús para parecerse a Él. La vida es tiempo de gracia y no podemos desperdiciarla estúpidamente. ¡Sólo vamos a vivir una vez! Y el mismo tiempo que tenemos para sufrir, lo tenemos para disfrutar.

Esta convicción no sólo me lleva a ser avaro del tiempo, sino que me hace comprender el valor de la vida vivida en relación, que, en mi caso, intento que produzca un servicio de solidaridad, de apoyo y cercanía concreta a las personas que se ponen en mi camino o en cuyo camino yo me pongo. Dejar que el tiempo transcurra en el vacío no tiene ningún sentido. Tampoco lo tiene llenarlo de esperas. A veces, podemos creer que dejarlo pasar es la mejor manera de que se arreglen las cosas y se sanen las heridas. Luego, la vida se encarga de decirnos que, mientras no abordamos las cosas en un clima de cercanía y de apoyo, nada encuentra arreglo, ni sanación. Y, aunque así no fuera, estoy convencido de que se tarda mucho más en arreglar y sanar la situación que cuando nuestros problemas los abordamos en este clima de acogida, cercanía y apoyo. A veces, el tiempo termina con los problemas, pero desgraciadamente, en muchos casos también, termina con la relación.

Quizá deberíamos tener esto en cuenta, en muchos momentos, para no dejar pasar el tiempo en la incomunicación, el enfado o la insolidaridad, dejando al paso del tiempo el peso de una responsabilidad que es nuestra y sólo nuestra: de cada uno, sin esperar a que el otro dé el primer paso. Esta es la manera de vivir una relación responsablemente. Y vivir una relación responsable es vivir según el plan de Dios, lo mismo que dejar perder la relación como fruto de la irresponsabilidad es meterse en el plan del mundo. Por eso, cualquier esfuerzo por mantener la responsabilidad en la relación es de Dios y a Dios conduce.

Sólo con responsabilidad se puede ser en la propia relación signo vivo y avalado de la relación de Dios con su Pueblo y de Cristo con su Iglesia. No podéis instalaros en vuestros sentimientos negativos, dando vueltas al estiércol. La responsabilidad os llama a compartirlos y a tratar de clarificar con autenticidad las cosas, luchando por recrear una relación íntima y responsable. Es cuestión de ganar en bondad de corazón. ¿Que esto conlleva morderse la rabia y la soberbia? Pues, claro que sí. Pero estamos llamados a ser presencia solicita y generosamente gratuita de Dios los unos para con los otros. Incluso para los que no nos tratan a nosotros con esa misma medida. Esta es la utopía. Una utopía que no se hace real de la noche a la mañana. Pero que jamás se hará real, si no vamos dando pasos de superación poco a poco. Y esto es lo que os pido: que vayáis dando pasos de acercamiento progresivo.

Espero que me tengáis al corriente. Un fuerte abrazote para todos los de casa. Os quiero muchísimo. Más todavía. Chao.