Tráfico de mujeres: La historia de Berta

La esclavitud sigue siendo una realidad en el siglo XXI. Uno de sus nombres es el tráfico de personas, y sus principales víctimas son mujeres y niños. Las Naciones Unidas calculan en más de cuatro millones el número de mujeres con las que se trafica cada año; su destino: la prostitución o matrimonios forzados. Unos dos millones de niñas son obligadas cada año a entrar en el circuito del comercio sexual. Estamos hablando de una actividad rentable ya que por año genera alrededor de 12.000 millones de dólares. Europa constituye un punto central de este tráfico de seres humanos. Más de la mitad de las prostitutas de Europa proceden de países externos a la Unión Europea. Ésta es una historia con final feliz. Por el momento.

Berta procede de la pequeña ciudad de Sapele. En el estado del Delta, limítrofe con Edo (Nigeria), donde vive su hermana. "La vida es difícil en Sapele", dice. De hecho, una persona cuyos ingresos mensuales superen los 5.000 naira (40 euros) ya se puede considerar rica.

Berta es peluquera, pero todavía no había terminado el aprendizaje. Esto cuesta dinero, mucho dinero; por eso, Berta se mostró interesada, cuando Onome, un conocido se la acercó y le preguntó si querría trabajar con su hermana, que tenía una peluquería en Alemania. Allí ganaría mucho dinero y podría terminar su formación (el término significa libertad). Berta consultó con su hermana, que le aconsejó aceptar la oferta. Onome le dio un papel con una dirección en Ikeja, un suburbio de Lagos, y le dijo que esperase la llegada de un coche, marca Volvo. Berta tomó un autobús para Lagos y encontró el Volvo. Otras dos chicas de Sapele la acompañaron en el viaje.

No supieron cómo se llamaba el conductor, que las llevó inmediatamente a Ghana, aprovechando la libre circulación que permite el acuerdo de la Comunidad Económica de los Países de África Occidental. Llegaron a Accra a medianoche y fueron presentadas a Mr. Shanti, quien se hizo cargo de las tres jóvenes. Mr. Shanti adquirió un pasaporte para Berta. Ella no llegó a verlo, pero cree que era un pasaporte auténtico, con su fotografía. Durmieron en Accra. Después Berta siguió el viaje con Mr. Shanti, hasta Abidján, la capital de Costa de Marfil.

Las otras dos chicas se quedaron para continuar el viaje más tarde. Mr. Shanti le dijo que se hiciera pasar por hija suya durante el viaje en avión hasta Europa. En la Terminal del Aeropuerto Charles de Gaulle, en París, pudieron pasar desapercibidos en dos controles de la policía que, nor-malmente, sospecha en cuanto ve un ros-tro de color.

Era el primer viaje de Berta al extranjero y todavía estaba convencida de que se dirigía a Alemania. Cambiaron de avión y volaron hacia Milán. Sólo enton-ces se dio cuenta de que las cosas no iban bien. "Yo le dije: ’Milán está en Italia, no en Alemania’. Él le contestó que necesitaba encontrarse con una persona, pero que después irían a Alemania". Era mentira.

Tomaron un tren para Florencia, donde se les unió la hermana de Onome. En la jerga del tráfico es una Madam, una antigua prostituta que ha pagado toda su deuda al traficante y ha ascendido a la categoría de proxeneta. La mujer la saludo diciendo: "¡Bienvenida a Italia!". Berta respondió que ella quería ir a Alemania. La "mujer grande", como Berta llamaba a su Madam, era una persona dura. Le respondió, simplemente, que debería trabajar en las calles, como prostituta. Le dio unas prendas de ropa mínimas: unos shorts y un corpino transparente, y le ordenó que se fuese a trabajar.

TwoPointOh (JPG) Berta se negó; entonces la instalaron en casa de un conocido, y comenzó para ella lo que era un callejón sin salida. Era una situación desesperante: una mujer de 23 años, sola, por primera vez en Europa, sin documentación, luchando contra el desfase horario, incluso sin ropa de abrigo, porque nadie le había dicho que iba a pasar el invierno en Europa. En la casa había unas 20 jóvenes nigerianas, en diversos estados emocionales. "Algunas estaban aterradas", dice Berta, "otras, tan excitadas, que actuaban como locas". Cuando se le pregunta si habló con ellas, resoonde: "No. No me interesaba lo que hacían, ni quería saber cuánto dinero ganaban". Durante ocho días, la hermana de Onome trató de obligar a Berta a trabajar en la prostitución, y durante otros tantos, Berta se negó tajantemente. Otra chica que vivía en la casa y vendía camisetas, le habló de un grupo de Florencia, que podría ayudarle. Acompañó a Berta a aquella dirección y la dejó allí. Liberada de la Madam, Berta permaneció un mes con sus buenos samaritanos y después, regresó a Lagos, con un billete pagado por la Organización Internacional para la Emigración. La acompañaba otra joven a la que llamaremos Sonia.

La aventura de Berta no terminó con su huida. Al regresar de Italia, Berta y Sonia debían encontrarse con la hermana Regina, una religiosa católica, y con Bisi Olateru -Olagbegi, miembro del Consorcio de Mujeres de Nigeria. Las dos las estaban esperando en la Terminal de llegadas. Pero un funcionario del servicio de emigración les avisó que había otras dos personas en la Terminal esperando, también, a las jóvenes.

En efecto, vieron que un hombre y una mujer se acercaban a Berta y Sonia. La hermana Regina y Olateru-Olagbegi corrieron hacia ellas, se presentaron, y se encararon con los recién llegados que, por supuesto, pertenecían a la red de traficantes. Inmediatamente, la religiosa y su compañera se ocuparon de las dos jóvenes y las llevaron a una casa segura, en Lagos. Los traficantes las estuvieron vigilando hasta las cuatro de la mañana cuando, por fin, decidieron marcharse. Cómo habían sabido que Berta y Sonia regresaban, sigue siendo un misterio, pero fue una verdadera prueba de nervios para las dos chicas y sus dos amigas. El terror de Sonia era tal, que desapareció sin que nadie se diera cuenta; todo hacía temer que hubiera sido secuestrada o incluso, asesinada. Afortunadamente, regresó, sana y salva, poco después.

Por su parte, Berta decidió regresar a su ciudad de Sapele, donde sigue viviendo. Una de las primeras visitas que recibió fue la de Onome, el que la había reclutado al principio y cuya hermana había intentado por todos los medios obligarla a ejercer la prostitución. Quería saber por qué había regresado. "Le dije que no estaba dispuesta a hacer lo que ellos querían que hiciese. Querían que me tirara a la calle". En Sapele, Berta y Onome se observaban con cautela y desconfianza. Onome debe saber que Berta puede identificarlo como miembro de una banda de traficantes. Su testimonio tendría un enorme valor ante los tribunales. Pero, Berta todavía no se siente preparada para este tipo de acciones. Durarían meses y estaría expuesta a toda clase de amenazas y presiones.

De momento, está intentando rehacer su vida. Ha contado su historia a un abogado de Sapele; en caso de que alguien la presione, la justicia sabe a quién tiene que pedir responsabilidades.

Onome y su hermana no pueden, todavía, estar tranquilos.

(Revista Antena Misionera)