Tres llamadas
“Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza. Será un árbol plantado junto al agua, que junto a la corriente echa raíces” (Jer 17, 7-8).
“Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos, ni entra por la senda de los pecadores, ni se sienta en la reunión de cínicos. Será como un árbol plantado al borde de la acequia: da fruto en su sazón y no se marchitan sus hojas; y cuanto emprende tiene buen fin” (Sal 1).
"Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces” (Lc 16, 25).
Consideración
La concordancia de las lecturas nos señala dónde buscar la felicidad. La dicha y la bienaventuranza nos acontecerán si confiamos en el Señor y si hacemos oídos sordos a las insinuaciones del Tentador, o de aquellos que viven de espaldas a Dios.
La bienaventuranza se les asegura a los que han sido probados. Ningún sufrimiento se pierde. El pobre Lázaro tuvo en su haber el haber vivido despojado.
A la larga, no hay forma más feliz de vivir que conformando y configurando la propia historia con el Evangelio.
La felicidad
Es muy fácil quedar atrapados por el deseo del gozo inmediato, pero si lo alcanzamos, muy pronto nos deja el sabor amargo de lo efímero.
Es permanente el atractivo de las cosas terrenas y el afán de dominarlas, pero cuando se intenta poner la dicha en su posesión, pronto se descubre la limitación de lo que dan de sí.
Paradójicamente, la alegría se experimenta cuando se vence todo egoísmo, y se es capaz de dar, compartir, perdonar, perder, sacrificarse, amar, entregarse por el Evangelio, y lo perciben hasta los que sufren por no poder creer.
Los títulos de bienaventurados que proclama el Evangelio tienen un contenido muy diferente de lo que el mundo llama feliz y agraciado. Mientras que la sociedad cree que la felicidad proviene del tener, el Evangelio afirma que son dichosos los que dejan todo por seguir a Jesús.
Atrévete a despojarte, y sentirás el beneficio del regalo de Dios como mejor riqueza.
Atrévete a seguir el consejo de los que no intentan complacerte y descubrirás el camino recto.
Atrévete a oponerte a lo que te pide tu egoísmo y sentirás dentro de ti la paz y la alegría.