Tres llamadas
“¿Qué Dios como tú, que perdonas el pecado y absuelves la culpa al resto de tu heredad? No mantendrá por siempre la ira, pues se complace en la misericordia”.
“Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades; él rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura”.
“Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros." Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo”.
Consideración
¡Qué distinto es el Dios revelado de la proyección que podemos hacer de Él basándonos en nuestra imaginación!
Nunca comprenderemos hasta qué punto ama Dios a su criatura. Hasta ha sido capaz de morir por ella.
No hay momento del Evangelio en que no se afirme la ternura de Jesús para con los pecadores, los débiles y los enfermos. Él se ha retratado en la parábola del Buen Padre.
Autorretrato
Dicen que Jesús se reveló a sí mismo en las parábolas del “Buen Pastor”, del “Buen Samaritano”, y del “Buen Padre”. En todas ellas destaca su aspecto entrañable y misericordioso.
La gran ofensa que podemos hacer al Señor es la de no acogernos a la ternura de su mirada, a sus brazos siempre abiertos.
¡Cómo sufre quien ama cuando ve desechado el amor que brinda gratuitamente, sin nada a cambio!
El perdón que ofrece la Palabra de Dios no es un discurso político, ni una arenga para entusiasmar a las masas; es la revelación esencial de quien se manifiesta como encarnación del amor divino.
Si somos conscientes de la identidad de Jesús, es imposible que nos aprovechemos de Él y abusemos de su bondad. Y aunque así fuera, Él permanecería esperándonos siempre con amor.
Déjate amar, déjate perdonar, déjate abrazar por el Amor de Dios, déjate curar y echar el aceite de la misericordia en tus heridas. No solo te curarás, sino que te convertirás en samaritano y en testigo de la bondad de Dios.