Tres llamadas: III Jueves de Cuaresma

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.Tres llamadas

El Señor se arrepintió de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo.” (Ex 32,14)

“Dios hablaba ya de aniquilarlos; pero Moisés, su elegido, se puso en la brecha frente a él, para apartar su cólera del exterminio” (Sal 105)

“¡No queréis venir a mí para tener vida!” (Jn 5, 40)

Consideración

Cuando en nuestra desobediencia nos aferramos a nuestra voluntad, solemos justificar nuestra obstinación afirmando que Dios es terrible.

Con frecuencia definimos a Dios desde nuestros referentes de poder, haciéndolo vengativo, colérico, a la manera de nuestros comportamientos, o del comportamiento de nuestros gobernantes.

La Sagrada Escritura revela de forma progresiva la identidad de Dios. Se acomoda al lenguaje cultural del momento, y siempre nos muestra el rostro del perdón y de la misericordia divina.

El Dios revelado

No creemos en un Dios producto de nuestra imaginación ni de nuestra necesidad, sino en un Dios que por su propio deseo ha querido revelarse a su criatura.

El Dios cristiano se ha manifestado a su pueblo a través de las Sagradas Escrituras, y definitivamente a través de su Hijo Jesucristo.

Jesucristo es la plenitud de la revelación de Dios, expresión máxima de su amor. Pues Dios no envió a su hijo al mundo para condenarlo, sino para salvarlo.

Tenemos un Dios y Padre entrañable, misericordioso, que se muestra vulnerable a la súplica y al arrepentimiento, humildad de los que se sienten pecadores.

Los pasajes más duros de las Sagradas Escrituras son escritos pedagógicos para llamarnos a la conversión.

El rostro del Dios invisible se ha manifestado en el rostro de Cristo, Buen Pastor, Buen Samaritano, Buen Padre.

Es de sabios acogerse a la misericordia divina y no atrincherarse en la propia debilidad, como si fuera una circunstancia insalvable. Nada es más que Dios, y el pecado, si se reconoce con humildad, es perdonado. ¿Por qué no beneficiarse del ofrecimiento magnánimo de Jesús?