Tres llamadas
-«Ve a bañarte siete veces en el Jordán, y tu carne quedará limpia.» (2 Re 5, )
“Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío.” Sal 41)
“Muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio.” (Lc 4, 27)
Consideración
El agua evoca el bautismo. Esta mediación sacramental, por humilde que sea, concede el don de la filiación divina y limpia los pecados.
Se podría considerar cómo la providencia de Dios se vale de lo pequeño, de lo humilde, como una sierva extranjera, o del agua de un pequeño río. Pero en el contexto cuaresmal, las lecturas señalan la noche de Pascua.
Es momento de desear la reconciliación, el perdón, la renovación de la gracia bautismal.
el bautismo
A los que estamos bautizados, la celebración de la Pascua nos invita a reavivar el don recibido.
Los bautizados estamos llamados a renovar nuestra opción de seguimiento evangélico, y la mejor figura es la cierva deseando llegar al manantial.
La sed de Dios se sacia en la vida sacramental, y en la donación de sí mismo. El perdón, la reconciliación, la mesa santa, la misericordia son frutos de la renovación.
Se podría alegar, con aparente honestidad, que se ha intentado en otras ocasiones la renovación y sin embargo, se sigue con defectos crónicos, casi incurables. El ejemplo del Evangelio nos invita a la confianza y a la obediencia a la moción del Espíritu.
Nada ni nadie es más que Dios, y Dios tiene poder para restaurar nuestras vasijas de barro rotas, tiene poder para hacerlas de nuevo.
Tú puedes hacer algo quizá muy pequeño, pero que es capaz de cambiar la dirección de tus pasos, y en vez de permanecer enquistado en tus dolencias, vislumbrar el horizonte de luz.
Puedo asegurarte que es muy distinto levantarse por una razón social, que hacerlo, como reza el salmo: “Oh Dios, Tú eres mi Dios, por ti madrugo”. Si la relación es así, el día y la historia son nuevos permanentemente. Atrévete, en tu sed, a acudir al manantial que lava y cura, la misericordia divina.