Tres llamadas
“Si es el justo hijo de Dios, lo auxiliará y lo librará del poder de sus enemigos; lo someteremos a la prueba de la afrenta y la tortura, para comprobar su moderación y apreciar su paciencia; lo condenaremos a muerte ignominiosa, pues dice que hay quien se ocupa de él.” (Sab 2, 18)
“Aunque el justo sufra muchos males, de todos lo librará el Señor” (Sal 33).
“Yo no vengo por mi cuenta, sino enviado por el que es veraz; a ése vosotros no lo conocéis; yo lo conozco, porque procedo de él, y él me ha enviado (Jn 7,28).”
Consideración
Con valoración puramente humana, normalmente nos sentimos desgraciados cuando nos acosan la enfermedad, la prueba o el despojo.
Hay veces que sufrimos la tentación de creernos abandonados de Dios, malditos, arrojados lejos de su mirada.
Sin embargo, el Crucificado es el amado de Dios, y no podemos decir que esté fuera del favor divino.
Gracia o desgracia
Si estás en momentos de prueba y sientes como si hubieras perdido el favor de Dios, mira al Crucificado.
Si la enfermedad te está sometiendo a la experiencia de despojo, debilidad y vulnerabilidad, mira al Crucificado
Si has llegado al límite de tu resistencia y crees que ya no soportas más contrariedad, mira al Crucificado.
La prueba de que Dios te ama no la encuentras en la suerte o la fortuna que te acompaña, sino en la posibilidad de compartir la suerte del Hijo amado de Dios.
Desde la Cruz del Hijo Amado, no se puede afirmar que desgracia sea el sufrimiento y bendición, tener suerte.
Al menos debemos admitir que Jesús nunca estuvo en desgracia de Dios, y sin embargo, fue herido y crucificado.
Si estás atravesando un momento de Cruz, tienes la posibilidad de asociarte al Crucificado; en cualquier caso, Dios no deja de conocerte. Él te sondea y te conoce, que significa que Él te ama.