Tres llamadas
-«Mira: hoy te pongo delante la vida y el bien, la muerte y el mal” (Dt 30, 15).
“Dichoso el hombre que su gozo es la ley del Señor, y medita su ley día y noche” (Sal 1).
“El que quiera salvar su vida la perderá” (Lc 9, 24).
Consideración
La Palabra nos pone frente a toda idolatría. No solo a la que se refiere al culto a un totem, sino también a nuestros narcisismos.
El mensaje revelado ilumina e indica el verdadero camino espiritual, el que avanza por el sendero de Jesucristo, el anonadamiento y la entrega de uno mismo.
No hay forma más plena de perfección humana que la de seguir al “Ecce Homo”.
El camino del seguimiento
Cada persona ha sido hecha a imagen de Dios, y como mayor sello de esta dignidad, tiene la capacidad de escoger libremente el sendero por el que caminar.
La vida enseña la extraña experiencia de sentir gozo en la negación de sí mismo, y tristeza en todo gesto o acto egoísta.
Cristiano es aquel que se ha encontrado con Jesús, y a la manera de los discípulos de Juan, le pregunta: “Maestro, ¿dónde vives?” Y lo sigue, hasta conocer su modo de vida.
El discípulo de Jesús tiene ante sí el camino que se dirige a Jerusalén, donde el Maestro entrega su vida por amor, en favor de todos.
El seguimiento evangélico es el proyecto de vida cristiana de los que saborean el secreto de la paz y del gozo en la paradoja de la entrega total de sí mismo.
El camino del seguimiento evangélico se discierne a la luz de cómo vivió Jesús, que no amó tanto su vida que temiera la muerte, sino que la entregó libremente y por amor a todos los hombres.
Es una bendición conocer la voluntad divina, el proyecto que Dios tiene sobre cada uno, y prestarse generoso a llevarlo a cabo. Jesús dijo a su Padre: “Que no se haga lo que yo quiero, sino lo que Tú quieras”.