TRES LLAMADAS
“El Señor Dios modeló al hombre de arcilla del suelo, sopló en su nariz un aliento de vida y el hombre se convirtió en ser vivo” (Gén 2, 7).
“Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme” (Sal 50).
“… así como por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo, todos serán constituidos justos” (Rom 5, 19)
CONSIDERACIÓN
El primer domingo de Cuaresma es clásica la referencia a las tentaciones que Jesús sufrió en su experiencia de desierto, testimonio de su naturaleza humana y acreditación para decirnos una palabra de aliento cuando nos veamos sumergidos en nuestras luchas.
Las tentaciones de Jesús resumen las dimensiones esenciales: las relaciones con Dios, con las personas y con los bienes. La Cuaresma es tiempo en que se nos invita a hacer frente al Tentador, con la adoración al único Dios, la solidaridad y el dominio propio.
El escenario del desierto y en él Jesús, se puede mirar en paralelo con la expulsión de Adán y Eva del Jardín, cuando caminan por el yermo entre zarzas y abrojos. Desde esta semejanza se comprende el significado que tiene la prueba de la cuarentena: recrear, restaurar y redimir nuestra naturaleza humana.
LA RESTAURACIÓN
Las lecturas de este primer domingo de Cuaresma nos ponen en las manos creadoras de Dios como arcilla en manos del alfarero.
La evocación del acto creador, por el que se nos dio la vida; la súplica porque sea restaurado nuestro corazón, y el argumento de San Pablo de lo que ha hecho Jesús, nos muestran el sentido de la cuarentena. Es tiempo recreador.
Es tiempo de recuperar por la gracia la conciencia de ser criaturas deseadas, amadas, creadas con artesanía divina.
El barro húmedo en manos artesanas, en caso de romperse la vasija, no es irremediable. El Alfarero divino rehace con mayor mimo su obra.
A la luz de los textos, puede más el amor que el pecado; más el Creador que el Tentador; no estamos arrojados al desierto para perecer en la intemperie, sino para fortalecer la conciencia filial.
Es tiempo restaurador, tiempo de gracia, de volver al primer amor.
Déjate rehacer, y vivirás la experiencia de Pascua.