Tres llamadas
“Os infundiré mi espíritu y viviréis” (Ez 37,14);
“Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros.” (Rom 8, 11)
“-Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre.” (Jn 11,25)
Consideración
La Iglesia nos prepara para afrontar el mayor reto, la Pasión del Señor, y lo hace trayendo ante nuestros ojos el poder de Dios, creador de la vida.
El muro de la muerte aparece insuperable a los ojos humanos, pero Dios vence a la muerte.
Jesús se presenta como dador de vida. Él es la resurrección, identidad que no podremos olvidar en los momentos de su muerte y de nuestras muertes.
El mayor signo
El Evangelio de San Juan se divide en el libro de los signos y el libro de la hora. El libro de los signos abarca la primera parte del texto, hasta el capítulo XII.
El evangelista enumera siete signos para demostrar la identidad mesiánica y divina de Jesús.
EL primer signo es el que hizo Jesús en Caná de Galilea. El último, la devolución de la vida a su amigo Lázaro. Con este signo Jesús se presenta como Señor de la vida.
Jesús tiene poder para regalar el espíritu de vida, y dar a nuestros cuerpos mortales el aliento divino.
Jesús tiene poder para devolver la vida a los muertos, y Él será el primogénito de entre los muertos.
Nos disponemos a la Pascua, la gran fiesta cristiana. Y en la noche santa profesaremos: Creo en Jesucristo resucitado.
No perdamos la mirada a Betania, cuando vamos a comenzar los días de la Pasión del Señor.