Tres llamadas
El Dios a quien veneramos puede librarnos del horno encendido y nos librará de tus manos. Y aunque no lo haga, conste, majestad, que no veneramos a tus dioses ni adoramos la estatua de oro que has erigido.» (Dn 3, 17-18)
“Dichosos los que con un corazón noble y generoso guardan la palabra de Dios y dan fruto perseverando.” (Lc 8, 15)
-«Si os mantenéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.» (Jn 8, 32)
Consideración
El que cree, aunque parezca que todo se le pone en contra, apuesta por Dios.
El que cree, en tiempo de intemperie, no hace chantaje con la confesión de su fe, y se atreve a fiarse de Dios.
La prueba acredita la sinceridad de la fe, y los verdaderos testigos, en los momentos de contrariedad, sobresalen por su fortaleza.
La firmeza en la fe
El testimonio de los jóvenes de Babilonia, que no quieren apostatar aun a riesgo de su vida, es estímulo para tiempos de intemperie.
A lo largo de la historia de salvación, hay muchos ejemplos de fidelidad mantenida a pesar del riesgo que supone perseverar en la coherencia creyente. Es emblemático el gesto de Rut, cuando le responde a Noemí: “Donde tú vayas, yo iré. Tu Dios será mi Dios”.
María, la madre de Jesús, es proclamada dichosa por su prima Isabel porque ha creído, y la contemplamos de pie ante la Cruz de su Hijo.
Los mártires son el mejor ejemplo de hasta dónde se puede llegar en la fidelidad creyente.
San Pablo escribe a los fieles de Corinto: “Velad, manteneos firmes en la fe, sed hombres, sed fuertes” (1Cor 16, 13).
San Pablo escribe a los fieles de Filipos: “Que tanto si voy a veros como si estoy ausente, oiga de vosotros que os mantenéis firmes en un mismo espíritu y lucháis acordes por la fe del Evangelio” (Flp 1, 27).
San Pedro recomienda: “Sed sobrios y velad. Vuestro adversario, el Diablo, ronda como león rugiente, buscando a quién devorar. Resistidle firmes en la fe” (1Pe 5, 8-9).