Dicen que el libro que más necesitas leer te encuentra cuando más necesitas leerlo. He tenido esta experiencia muchas veces, últimamente con el libro de Heather King Camisa de fuego: Un año con santa Teresa de Lisieux.
El título del libro está tomado de Cuatro cuartetos, de T. S. Eliot, donde éste sugiere señaladamente que el Amor mismo, Dios, está detrás de la angustia que sentimos con frecuencia en nuestros ardientes deseos y que el ardor que sentimos ahí es una “inaguantable camisa de fuego”.
King escribe este libro desde un apasionado contexto de su vida: Ella es una periodista y escritora independiente, soltera, divorciada, alcohólica en recuperación, reconciliadora de alguna oscuridad de su pasado, que está inquieta con una paralizante obsesión porque el hombre del que se encuentra enamorada no quiere corresponderla, que arriesga la estabilidad financiera de una carrera en derecho por la inseguridad de ser una escritora independiente y que lucha con la sensación de ser una extraña para la familia normal, el matrimonio y la comunidad, una huérfana en todos los banquetes de la vida. Y así propone zambullirse durante un año en una de las santas más intrigantes de todos los tiempos, Teresa de Lisieux, en un intento de ver si Teresa podría ser una brújula moral y espiritual por la cual orientar su propia vida. El resultado es un libro intenso, profundamente perspicaz y maduro.
King reconoce en el alma de Teresa -dentro del alma de una santa, dentro de alguien que pudo, al parecer, renunciar a todo por Dios- los mismos ardientes deseos que ella siente en su propia alma. Y King reconoce también que esas llamas pueden a la vez purificar o destruir, redimir o atormentar, transformar a uno en un gran santo o en un gran pecador. De este modo, deja que el fuego de Teresa derrame luz sobre sus propias llamas. Y como lo que es más personal y privado en nosotros, si es revelado, es también lo más universal, al revelar sus propias luchas profundas y privadas, su libro derrama luz sobre la lucha humana universal. Con todo, el libro es auto-revelador pero nunca exhibicionista, una fórmula nada fácil que ella maneja bien.
Por ejemplo, deteniéndose en un famoso suceso de la vida de Teresa cuando, de niña, le pidió su hermana mayor -que le regaló una cesta de costura aterciopelada llena de bolas de colores- que cogiera una de la cesta, Teresa respondió: ”¡Me llevo todas!”, se llevó la cesta entera y se marchó. King reflexiona sobre su propia lucha para, como dijo Kierkegaard, querer la única cosa. Aquí está el paralelo que ella saca para su propia vida: “ `¡Me llevo todas!´, dijo Teresa, y cuanto más progresaba yo, tanto más veía que el dilema humano es quererlo todo. Quería ser célibe, y quería entregarme locamente a un esposo. Quería oscuros secretos, ruido, luces, locura y el estímulo de una ciudad, y quería plantar un jardín, cuidar animales y vivir en una casa de campo. Quería vivir toda mi vida en el mismo lugar, y quería recorrer palmo a palmo todo el globo antes de morir. Quería permanecer enteramente tranquila, y también era impulsada a estar constantemente de viaje. Quería estar escondida y anónima, y quería ser famosa. Quería ser cercana a mi familia, y quería olvidar a mi familia. Quería dedicar mi vida al activismo, y quería dedicar mi vida a la contemplación. ¡Quería entregar todo a Dios, y no sabía cómo! ¡Suspiraba por entregarme completamente, y no podía!”
Reflexionando sobre el voto de pobreza de Teresa, King escribe: “La pobreza nunca, nunca es voluntaria. La pobreza consiste precisamente en todos los modos de ser pobre que tú no quieres en absoluto”. Deteniéndose en la poetisa alemana Gertrud von le Fort -la cual escribió que, cuando más estaba su alma en angustia, todas las cosas que había alrededor de ella decían en realidad: “¡Pero tú no eres nada!”- King escribe: “Por fin alguien había contado mi historia. Durante los últimos diez años especialmente, yo había estado en angustia, y `ellos´ -mi esposo, la persona a quien amaba, la profesión jurídica, la profesión médica cuando tuve cáncer, la industria editorial- habían dicho en tantas palabras: `Pero tú no eres nada´. Dondequiera que me volvía: una pared blanca. Todo aquello en lo que había esperado: cenizas. Todo aquello por lo que había trabajado: `Pero tú no eres nada´. … Una mañana estando en la ducha, me lamenté a Cristo: `Yo no te amo y tú tampoco me amas´”. Todos nosotros hemos estado ahí.
Si estáis luchando con la fe, con la desesperación de vuestra vida, con una obsesión, con una adicción, con una roedora sensación de que vuestra vida no es lo que debería ser, con la impresión de ser el extraño, un huérfano en todos los banquetes de la vida y, sobre todo, con la sensación de que vosotros no amáis a Jesús y él tampoco os ama, que vosotros no sois nada…, entonces que este libro os encuentre. Es un libro para aquellos que piensan que podrían estar demasiado enfermos como para ser ayudados por un médico.