En tu Corazón, María, ningún obstáculo al amor infinito
Estas palabras nos permiten intuir lo que significa la Inmaculada Concepción de María. La joven muchacha de Nazaret no fue marcada en modo alguno por el pecado. Durante toda su vida, estuvo plenamente acorde con la voluntad de Dios, incluso cuando no podía todavía comprender el sentido de lo que se pedía de ella o de los acontecimientos que le sucedían. El relato de la Anunciación es el primer testimonio: "He aquí la sierva del Señor; que todo suceda según tu palabra" (Le 1, 38). María está ahí, toda ella, en esta palabra: Habrá que comprender su vida, de un extremo al otro, hasta el pie de la cruz, a la luz de esta profunda disponibilidad.
El “sí” inalterable.
Este "sí" de María permanece constante, firme: en las condiciones precarias del nacimiento de Jesús en Belén; al tener que huir a Egipto; cuando en el templo de Jerusalén Jesús, joven adolescente, parece preocuparse bien poco de sus padres inquietos con su desaparición; en Cana, cuando responde con cierta viveza a su madre: "Mujer, ¿qué quieres? No ha llegado todavía mi hora" (Juan 2, 4). Y aquel día en que, oyendo que su madre y hermanos le buscan, responde: "Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos? … Los que hacen la voluntad de mi Padre" Mt. 13, 48-49). Y, en fin, al pie de la cruz: en medio de su asombro, de sus preguntas, de sus sufrimientos… descansa enteramente en Dios, meditando todas esas cosas en su corazón para descubrir su sentido profundo.
Bendecimos a Dios por este "sí", por la fidelidad de María, que nos remite a nuestra propia fidelidad, sean las que sean las circunstancias de nuestra vida. Este nuestro peregrinar en la fe, María nos invita a desafiarlo con el mero apoyo de la palabra de su Hijo: "Haced lo que Él os diga" (Juan 2, 5).
Mirando a la Biblia
A bote pronto, la afirmación de la concepción inmaculada de María desconcierta a la razón humana. Desde luego, tampoco nos valdría pensar que se trata de elucubraciones destinadas a alimentar el entusiasmo de fieles demasiado candorosos y crédulos. Estas afirmaciones sobre la Virgen María se apoyan sobre la función que le asignan las Escrituras en el acontecimiento de la salvación. Ciertamente, el Nuevo Testamento dice pocas cosas a este respecto, pero deja bien claro el papel que corresponde a María en la vida y misión de Jesús. Sólo entenderemos a María si la vemos en relación con Jesús.
Como nos recuerda la liturgia de esta Fiesta, este privilegio del que se beneficia la Virgen es una gracia que brota de la muerte de su Hijo. Nadie, ni siquiera María, puede ser salvado, verse libre del pecado, sin la mediación de Cristo y de su Pascua. Esto es lo que proclama el ángel cuando la saluda "llena de gracia": Esto es lo que reconocemos nosotros cuando decimos que Ella es la Inmaculada Concepción.
Se oye decir a veces que la Biblia ignora la inmaculada concepción de María. Es cierto, esa expresión no se encuentra en la Biblia. Tampoco el término de "Trinidad". Sin embargo, la Iglesia, el Papa Pío IX en 1854 proclamó solemnemente este dogma. Un dogma es una fuente de enseñanza y de reflexión; los dogmas existen para nosotros, desvelándonos aspectos esenciales de la fe. Ahora bien, todo dogma debe tener su fundamento en la Escritura. ¿Qué decir, por tanto?
La respuesta es ésta: En el sentido literal de la expresión no encontramos en la Escritura una afirmación explícita de este dogma. Sin embargo, no sólo está en perfecta correspondencia con el sentido general de la misma Escritura, sino que además tanto en las palabras del ángel como de Isabel a María hay precisas insinuaciones de esta doctrina. Destaquemos tres palabras:
- "Llena de gracia" (Lc 1, 28)
Este saludo, que jamás se había dirigido hacia una criatura, revela dos aspectos inseparables: por una parte, María está del todo envuelta, investida del favor divino que la vuelve agradable a Dios, y por otra parte, el tiempo verbal utilizado en griego (participio perfecto) implica no una acción pasajera sino un estado plenamente realizado, permanente y estable. No es que, en ese momento del saludo del ángel, María llegue a ser santa; Ella ha sido siempre santa. - "Bendita entre todas las mujeres" (Lc 1, 42)
Aquí también encontramos una palabra, que viene del libro de Judith, y que aplicada a María indicaba un estado, una realidad consolidada. María, como Jesús y gracias a Él, se halla en un estado permanente de bendición. - "La Madre de mi Señor" (Le 1, 43)
El Señor, Dios, es la fuente de la gracia y de la bendición. Este Señor, Verbo y Redentor, es quien puede ofrecer a su Madre una santidad perpetua, ya que Él es al mismo tiempo Dios Creador. Esto no quiere decir que María no haya necesitado de redención. Ella misma cantará en el Magníficat: "Exulta mi espíritu en Dios, mi Salvador" (Le 1, 47).
Implicaciones para nuestra vida de fe.
La gracia, la prerrogativa, de la Inmaculada ofrece un aspecto único. María ha sido preparada como digna morada de su Hijo, para ser Madre. Ser inmaculada es signo de la primacía de la gracia. La redención salvadora cumplida en María indica que, mucho más importante que el pecado original, e incluso antes que él, está el amor original de Dios que predestina a toda la humanidad a participar de la vida divina. Lo que el Redentor quiere hacer por nosotros lo ha llevado a cabo perfectamente en María. María se ha beneficiado y ha respondido libremente, a lo largo de toda su vida, a la gracia recibida, manifestando así una vez más tanto lo que nosotros hubiéramos debido ser como el proyecto original y continuo de Dios sobre nosotros: dejar que su Santidad, su Amor, lleve a cabo su obra sin obstáculo en nuestra vida.