Una primaria comprensión de la Eucaristía

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.Christian de Cherge, el abad trapense que fue martirizado en Argelia en 1996, cuenta esta historia de su Primera Comunión. Él creció en una familia Católica Romana en Francia, y el día de su Primera Comunión dijo a su madre: “No entiendo lo que voy a hacer.” Ella respondió sencillamente: “Está bien, no tienes por qué entenderlo ahora; lo entenderás más tarde.”

Jesús, sin duda, debió de dar a sus discípulos exactamente el mismo aviso en la Última Cena, en su Primera Comunión. Cuando les ofreció pan y dijo: “Esto es mi cuerpo”, y luego les ofreció vino y dijo “Esto es mi sangre”, ellos no debieron de entenderlo. Debió de haber considerable confusión y desconcierto: ¿Cómo se supone que entendemos esto? ¿Qué significa comer el cuerpo de alguien y beber su sangre?  Sospecho que, ante su no-comprensión, como la madre de Christian de Cherge, Jesús habría dicho también: No tenéis por qué entenderlo ahora; lo entenderéis más tarde.

Verdaderamente, al instituir la Eucaristía en la Última Cena, Jesús no pidió a sus discípulos que entendieran lo que estaban haciendo; sólo les pidió que lo celebraran fielmente hasta que él volviera. Su comprensión de lo que estaban haciendo al celebrar la Eucaristía sólo mejoró cuando crecieron en su fe. Pero, inicialmente, Jesús no les insistió en que lo entendieran ni les dio mucha explicación de lo que estaba celebrando con ellos. Él, simplemente, les pidió que comieran su cuerpo y bebieran su sangre.

Jesús no dio un discurso teológico sobre la Eucaristía en la Última Cena. Él, sencillamente, nos dio un ritual y nos pidió que lo celebráramos con regularidad, al margen de nuestra comprensión intelectual de él. Una de sus más explícitas interpretaciones del significado de la Eucaristía fue su acción simbólica de lavar los pies de sus discípulos.

Poco ha cambiado. A nosotros tampoco se nos pide que entendamos completa o incluso adecuadamente la Eucaristía. Nuestra fe sólo pide que  seamos fieles en participar en ella. De hecho, como es el caso para todos los profundos misterios, no hay una explicación satisfactoria y racional de la Eucaristía. Nadie, ni un solo teólogo en el mundo, puede, a satisfacción intelectual de alguien, explicar la fenomenología, psicología o incluso la espiritualidad de comer el cuerpo de otro y beber su sangre. ¿Cómo se debe entender esto? La mente se queda corta. Necesitamos, en vez, apoyarnos en metáforas e iconos, y una comprensión inicial e intuitiva. Podemos conocer verdaderamente este misterio, aun cuando no podamos entenderlo completamente.

Durante mi formación seminarística y académica, recibí tres cursos superiores sobre la Eucaristía. Después de todas estas clases y libros sobre la Eucaristía, concluí que no la entendía y que estaba bastante feliz de eso, porque lo que esos cursos me enseñaron fue qué importante es que yo celebre y participe en la Eucaristía. Para toda la intelectualidad de esos cursos, su verdadero valor era que, a la larga, me decían lo que la madre de Christian de Cherge le dijo el día de su Primera Comunión: No tienes por qué entenderlo ahora; lo entenderás más tarde. Contenido en eso, por supuesto, está el hecho de que hay aquí algo profundo que vale la pena entender, pero que es demasiado profundo para ser entendido plenamente ahora.

Quizá esto pueda ayudar en nuestra búsqueda de qué decir a alguno de nuestros propios hijos y jóvenes que ya no van más a la iglesia y que nos dicen que la razón por la que no van es que no encuentran significativa la Eucaristía. Oímos que hoy se lamentan todo el tiempo: “¿Por qué tengo que ir a la iglesia si no significa nada para mí?” Esa objeción es simplemente otro modo de decir lo que el joven Christian de Cherge dijo a su madre en su Primera Comunión: “No entiendo esto”. Quizá nuestra respuesta entonces podría estar en la línea de la respuesta de su madre: “No tienes por qué entenderlo ahora; lo entenderás más tarde”.

El teólogo británico Ronald Knox, hablando de la Eucaristía, expone esto: Como cristianos -afirma- nunca hemos sido verdaderamente fieles a Jesús, cualquiera que sea nuestra denominación. Al fin, ninguno de nosotros hemos seguido verdaderamente estas enseñanzas que caracterizan máximamente a Jesús: No hemos puesto la otra mejilla; no hemos perdonado a nuestros enemigos; no hemos purificado nuestros pensamientos; no hemos visto a Dios en los pobres; no hemos mantenido nuestros corazones puros y libres de las cosas de este mundo. Pero -expone- hemos sido fieles en algo muy importante: hemos mantenido la asistencia a la Eucaristía. La última cosa que Jesús nos pidió antes de su  muerte que hiciéramos fue mantener la celebración de la Eucaristía. Y eso hemos hecho, a pesar de que, en realidad, nunca hemos comprendido racionalmente lo que de hecho hacemos. Pero hemos sido fieles haciéndolo, porque comprendimos la sabiduría de lo que dijo la madre de Christian de Cherge a su hijo: “No tienes por qué entender esto; sólo tienes que hacerlo.”