Una tarea pendiente

    Los ajedrecistas lo saben muy bien: cuando una pieza se mueve en el tablero, todo él se mueve. El resto de las piezas tienen que adaptarse a la nueva posición. Lo que hace falta es que lo sepan hacer. Se necesita destreza y rapidez en la maniobra. Se requiere agilidad. ¡Toda una tarea pendiente!

Querida familia:

Realmente me sentí muy feliz al saber cómo estáis viviendo después de que la vida os llevase de vuestro lado a tu esposo y a vuestro padre. No me ha preocupado lo más mínimo que tardárais en escribirme, ni lo he visto como falta de cariño y cercanía. Imaginé que las ocupaciones eran enormes y la tarea ingente. Así que no tenía ni siquiera que disculparos. Me parecía lo más natural del mundo que atendiérais a lo más urgente. Más de una vez pensé hacerme presente con el teléfono, pero, como a través de ese medio el tiempo sí que es oro y yo no ando muy sobrado en estos momentos, no me he dejado seducir por aquello que me dictaba el cariño que os tengo.

Amiga mía, tú has sido su esposa durante bastantes años. Me dices que te sientes orgullosa. Yo creo que no es para menos. Cuando me explicas tus sentimientos y me compartes cómo has vivido esta temporada, no tengo más que decir que me alegro muchísimo de tu madurez, de tu fe y de tu tesón.

He leído no hace mucho en un libro que el dolor sólo tiene sentido cuando se descubre un "algo" o un "alguien" por quien padecerlo. El sufrimiento se vuelve insufrible para quien no encuentra ese "algo" o ese "alguien". Y tu carta es toda una exposición de ese alguien y ese algo por quien afrontar de cara esta situación adversa. La adversidad no te la quita nadie. Y es importante llamarla con su nombre. Por eso, me parece interesante que, cuando te entrevistaste con el médico, le dijeras que no querías un medicamento que te mantuviera ajena a lo que estabas viviendo. Me parece importante que siempre estés así. Lo contrario sería drogarte. Y no hay que drogarse, sino tener resortes para afrontar las dificultades de la vida.

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.Y esto ha sido precisamente lo que has tratado de hacer. Has tomado las responsabilidades pertinentes. Has enfrentado la organización de tu casa y de tus hijos. Te has portado como una mujer. No puedo por menos de decirte: ¡felicidades! Toda la familia va a salir ganando con tu postura adulta, responsable y madura, mucho más que si te empeñaras únicamente en lamentarte por la pérdida de quien constituía tu número uno. Llorar puede tener su tiempo. Lamentarse también. Pero después hay que mirar al futuro y afrontarlo de cara con gallardía y tesón.

No es sólo responsabilidad de la madre. Tú, X, eres el hijo mayor. En estos momentos, después de tu madre tú eres el soporte de tu casa. Yo te pido que seas muy responsable con tu futuro. Ocupándote de resolver tu futuro es como mejor ayudas a tu madre. No necesitas ocuparte de otra cosa. Tu madre ya se ocupa de los asuntos familiares. Y ella es muy eficiente. Pero a tí te toca labrar con responsabilidad tu futuro, aprovechando con responsabilidad las oportunidades que ella te brinda. Échale una mano cuando puedas, pero consciente de que la mano más importante que tienes que echar es crear para tí el futuro que tus padres habían previsto.

Tú, Y, eres el hijo mediano. Estás en la casa. Por eso, creo que puedes acompañar a tu madre y apoyarla en todo. Ya no eres un chiquillo. Te has tenido que hacer mayor a marchas forzadas. Tengo mucha confianza en tí. Y espero que hagas de tu casa un hogar habitable y lleno de cariño. Todos lo van a disfrutar. Incluso yo, cuando vuelva a visitaros.

A tí, Z, que eres la pequeña, a tí especialmente quiero darte un fuerte abrazo. Sé que tenías un lugar preferente en el corazón de tu padre. Ahora es importante que el dolor de su ausencia no te haga replegarte sobre tí misma. Tienes que seguir creciendo humana y cristianamente. Te estás preparando para recibir tu primera comunión. Ojalá que te unas muy estrechamente a ese Jesús que vas a recibir, hasta identificarte con su estilo de vida y con sus intereses e ilusiones. Ojalá que seas tan feliz como te auguramos quienes te queremos. Ojalá que vayas creciendo como persona y como cristiana hasta alcanzar esa madurez que deseamos para tí quienes te miramos con una ternura indeible.

Os voy a dejar. Pero no. Porque siempre os tengo muy presentes en mi cariño y en mi oración. Un fuerte abrazo.