LA CONSAGRACIÓN RELIGIOSA
La consagración, en sentido propio y hablando en lenguaje cristiano -es decir, en la más rigurosa teología- debe entenderse siempre en referencia explícita, inmediata y hasta exclusiva a Cristo, como una real configuración con él. Por eso, siempre que se dé esa auténtica configuración, un real parecido con Cristo en una dimensión esencial de su misterio -y no sólo en un simple 'aspecto' de su vida-, se da una real y verdadera consagración. Y según sea la distinta dimensión del misterio de Cristo con la que uno se configure -o, mejor, sea configurado por la acción del Espíritu Santo-, será la distinta consagración. De modo que éste es el criterio decisivo para saber cuándo existe consagración en sentido propio y formal, en sentido teológico-teologal, y en qué consiste esencialmente la consagración.
Las distintas formas de vida cristiana ?las distintas 'vocaciones', en sentido estricto? sólo pueden entenderse e interpretarse teológicamente desde el seguimiento evangélico de Jesucristo. Y la vida especialmente consagrada ?también en sus diversas y múltiples formas? es un modo peculiar y específico, original y propio, aunque no exclusivo, de seguir e imitar a Jesucristo. Porque es seguirle e imitarle en su manera histórica de vivir totalmente para los demás, o sea, en el misterio de su proexistencia: en su virginidad-castidad, pobreza y obediencia, que constituyen su modo histórico de existir y de actuar en favor de los otros, de Dios y de los hombres, del Padre y de los hermanos.
La consagración, en sentido teológico-teologal, es esencialmente configuración real con Cristo, que es "el Consagrado", es decir, la consagración personificada, origen y principio de toda otra consagración. Ser llamados (=vocación) a vivir con Cristo (=comunión) implica y es vivir como Cristo (=consagración). Y esta consagración tiene tres expresiones fundamentales:
- Configuración real con Jesucristo en su filiación ?divina y mariana? y en su fraternidad universal, viviendo esta doble condición, filial y fraterna, en el mundo -en las 'normales' circunstancias familiares y sociales (cf GS 31)- para transformarlo desde dentro. Esta es la consagración bautismal, ?realizada por Dios, mediante el sacramento del bautismo y 'confirmada' mediante el sacramento de la confirmación? que constituye la identidad y la misión esencial del seglar?cristiano.
- Configuración real con Jesucristo en el misterio de su sacerdocio, para re?presentarle sacramentalmente, es decir, para hacerle de nuevo visiblemente presente entre los hombres como único sacerdote y permitirle ejercer su sacerdocio de una manera connatural a los mismos hombres. Esta es la consagración sacerdotal ?realizada por Dios mediante el sacramento del orden?, que constituye la identidad y la misión esencial del cristiano?sacerdote. Esta consagración no es, para el sacerdote, algo accesorio o extrínsecamente sobreañadido, sino su manera específica e histórica de ser cristiano. Es decir, para él, la vocación cristiana es esencialmente 'ministerial'; y la vocación sacerdotal es su forma peculiar de vivir la filiación y la fraternidad, es decir, la vocación cristiana.
- Configuración real con Jesucristo?virgen?pobre?obediente, que vive en comunión de vida-misión con los apóstoles, para re?presentarle sacramentalmente en la iglesia y para el mundo, es decir, para hacerle de nuevo visiblemente presente entre los hombres y para los hombres, en el misterio de su proexistencia, o sea, en su modo histórico de vivir enteramente para el Padre y para los hermanos (para el reino), adelantando el modo celeste de vida propio del reino consumado. Esta es la consagración religiosa ?realizada por Dios mediante la profesión religiosa?, que constituye la identidad propia y la misión específica del cristiano?religioso en la iglesia. Esta consagración no es, para el religioso, algo extrínseco o accesorio, algo secundario o meramente 'funcional', sino algo esencial y constitutivo, porque es su manera histórica de ser cristiano. Es decir, para él, su vocación cristiana es esencialmente 'religiosa' (implica una especial consagración); y la vocación religiosa es su forma peculiar de vivir la filiación y la fraternidad, o sea, la vocación cristiana: Ser testigos y profetas apasionados de la filiación-fraternidad.
(Cf S. Mª Alonso, C.M.F., La vida consagrada: Síntesis teológica,Madrid, 2001, 12ª ed., pp.XVI-XVIII)