Es doloroso. Y decepcionante. Da mucho que pensar. Con mucha frecuente al sacerdote le llega la noticia: aquella pareja cuyo matrimonio preparasteis y celebrasteis con tanto entusiasmo, ya se ha separado. Y uno se pregunta: ¿qué está sucediendo? ¿Cómo es posible? ¿Qué pasa con el amor matrimonial en nuestra sociedad? ¿Se ha vuelto tan frágil? Me cuentan la anécdota de tres adultos, dos mujeres y un varón. Está de vacaciones. Los tres son separados de sus respectivos cónyuges. Tienen consigo 6 niños. En virtud de la patria potestad y la custodia compartida les toca hacerse cargo de sus hijos esa semana de vacaciones. Cada persona es padre o madre de dos. Puede ser una imagen representativa de la situación de muchas familias en nuestra sociedad. Y los niños lo padecen. Y marca su futuro.
Pensando en estas situaciones, y en las preguntas que suscitan, me viene a la mente un detalle del ritual del matrimonio que pide a los contrayentes para expresar su consentimiento: “Unid vuestras manos y manifestad vuestro consentimiento ante Dios y su Iglesia”.
El tacto de las manos se une a la palabra y resulta intensamente expresivo. Una bella comparación, que escuché y contemplé en un video de Henri Nouwen, enlaza bien con este detalle. Hablando de la relación, Nouwen la compara con la unión de las manos. Y lo explica. Podemos unir nuestras manos simplemente juntando las yemas de los dedos. Se trata de una relación de contacto de piel, de sensibilidad. Podemos unir nuestras manos juntando las palmas, una sobre otra. El contacto es más amplio y persistente.
Podemos unir nuestras manos entrelazando los cinco dedos de una con los cinco de la otra mano. Constatamos que encajan perfectamente; se complementan. Forman una unidad. Una mano refuerza a la otra, la embellece, multiplica su capacidad expresiva y simbólica. Somos capaces de llevar más peso entre las dos manos.
Me parece una buena parábola de la relación matrimonial. La unión hace la fuerza. La unión requiere ajustes, encontrar cada persona su espacio; hacer sitio al otro; dejarle entrar en el territorio personal e íntimo. Implica configurarse mutuamente. La imagen de las manos muestra que hay distintas calidades de relación de pareja. Hay parejas que se unen por la epidermis. No tienen en la mente un claro proyecto común. No sueñan con una sólida y persistente relación. No añoran apasionadamente una biografía en común. Cuando, en cambio, los sueños diurnos de ser felices y hacerse felices se convierten en la motivación más persiste de sus vidas, la relación hace nacer lo mejor de cada persona. Su mejor amor conyugal de hombre y de mujer.