Jesús comienza su predicación anunciando la llegada del reino, reinado, o realeza de Dios, que de todas esas formas se puede traducir, según el contexto. El «reino» evoca un espacio (un «país») en donde el rey ejerce su poder; los otros dos términos sugieren la idea de soberanía, el reinado escatológico. Jesús nunca define este término; hay que acudir al antiguo testamento. Más que reino habría que traducir «señorío», que para Jesús va muy unido a la paternidad de Dios. Dios es Rey porque es Padre. Dios afirma su propia realeza manifestándose como Padre, y su dominio es el de la misericordia; su poder es el del perdón. Dios aparece ejerciendo sus derechos cuando ama a sus criaturas, cuando invita a los últimos a su banquete, cuando busca a la oveja perdida, cuando acoge a los pecadores, cuando evita el linchamiento de la adúltera…
• El Reino en el antiguo testamento. La esperanza futura de Israel es siempre el reino de Dios, su llegada victoriosa como rey y la liquidación de cuentas con sus enemigos. YHWH aparece como rey y toma posesión de su reino. Los profetas describen esta realeza divina con los rasgos del «día del YHWH», en el que Dios ejercerá el juicio sobre todas las naciones (Jer 15,15s; Ez 39; Is 24) acabando con todas las rebeldías; o también a través del tema de la reunión de los pueblos en la montaña de Sión y de su conversión haciendo un solo pueblo (Miq 4, 1-7; Is 2, 2-4; Jr 16, 19). Dios recibe también el título de pastor 0er 13, 1-4; Ez 34) y su reino será un mundo de paz y felicidad (Is9,6-9; 35,1-10).
También hay otros textos proféticos que hablan de la venida de Dios (Is 35,4; 40,9-10; 59, 19-20; 66, 15.18; Mal 3, 1-2; Zac 14, 5) y como consecuencia el juicio y la salvación, que equivale a la manifestación de su gloria o de su Nombre y la instauración de su Reino. Isaías 61, 1-6 había anunciado la venida del reino, trazando la figura del «Enviado». Se trata de alguien encargado de dar buenas noticias a los pobres, de curar las heridas de los corazones rotos, de traer un mensaje de liberación, de consolar a los afligidos, de dar a todos los infortunados una corona, de hacer entonar un cántico de alabanza a los que tienen corazón entristecido, de promulgar el año de misericordia del Señor.
Todos estos contenidos se agrupan en torno a la espera del «Reinado de Dios». Es el proyecto, el sueño que Dios tuvo para la Humanidad, si no se hubiera introducido el pecado. Es el paraíso del que venimos y hacia el que vamos. El árbol de la vida a nuestro alcance, un dar la vuelta al episodio de Babel, un acabar con los fraticidios, un sentir a Dios paseando a nuestro lado a la hora de la brisa, una naturaleza al servicio del hombre y contra él, el fin de los dolores y sufrimientos, pisotear de una vez la cabeza de la serpiente, un Pueblo que, por fin, respete el árbol del Bien y del Mal, un colocar a los pequeños, débiles y marginados en el lugar que les corresponde.
• El Reino que es Jesús. Y Jesús, para demostrar de forma concreta que el reino había llegado ya a través de su persona, aporta como pruebas inequívocas los prodigios realizados en favor de los ciegos, cojos, leprosos, sordos, muertos, los infelices (Mt 11, 5). Los «signos» que Jesús realizará durante su vida son una señal de que algo nuevo ha comenzado, e invita a participar de él. El mundo será de otra forma, en la medida en que asumamos el espíritu del Sermón de la Montaña.
¿Y cuáles son las claves para «entrar» en el Reino?
• Dichosos vosotros, los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios (Le 6, 20). En verdad os digo: el que no recibe el reino de Dios como un niño, no entrará en él (Me 10, 15). Así pues, pobres y pequeños son los dos títulos esenciales que dan acceso al Reino. Se trata ante todo de poseer un alma de pobres: saber que uno es pobre, reconocerse pobre y hacerse pobre a fuerza de compartir. Y uno es pobre cuando admite que depende de otro.
Además, se propone al niño como modelo de disponibilidad, de la ausencia de complicaciones. Los niños entran felizmente en el reino porque no tienen nada que presentar, ninguna obra que pueda ponerse en su activo; se parecen a esa mano vacía que nos tiende un mendigo. Los niños son los que no tienen nada de que’ presumir, los que no tienen ninguna pretensión; no pretenden conseguir por la fuerza lo que se les da. Entre otras cosas, el niño no tiene posiciones que conservar, prestigio que mantener, privilegios que defender. Por consiguiente son libres, dispuestos a responder a las llamadas que se les dirigen, ni tienen esa prudencia de los adultos.
• El reino de los cielos sufre violencia (o hace violencia) y los violentos se apoderan de él (Mt 11, 12). Los violentos son aquellos que tienen el coraje de tomar incluso la decisión más costosa por el Reino, los que saben hacer las opciones más desgarradoras. El Reino se extiende siempre que los hombres hacen caer las barreras que dividen, siempre que superan los prejuicios, siempre que expulsan las injusticias y la opresión.
• No el que dice «Señor, Señor», entrará en en reino de los cielos, sino el que hace… (Mt 7, 21). Así pues, el verbo decir no goza de simpatía en los parajes del Reino. El verbo hacer es mucho más valorado. Hacer… del verbo fatigarse. Incluso aunque el verbo decir se aplique a oraciones del tipo que sean. Porque nos dirán «no os conozco».
• A vosotros os da Dios a conocer el secreto de su Reino (Me 4,11). No es una materia para intelectuales. Los expertos te explican al Reino, te lo ilustran con citas del antiguo y nuevo testamento… pero conocer el Reino exige una relación particular: hay que pedir información al corazón. Porque «el Reino está dentro de vosotros» y no en la cabeza precisamente.
• El antagonista principal de la soberanía de Dios es el dinero: absolutamente incompatibles. No pode’is servir a Dios y a Mammón (Mt 6, 24). y esto es tan antiguo como el primer mandamiento.
No nos extendemos más. Pero nos hemos podido dar cuenta que ésta (y todo el Sermón del Monte) es la autodescripción del propio Jesús. Por eso los primeros cristianos cambiaron el anuncio del Reino por la proclamación de Jesús. Jesús y el Reino están definitivamente unidos.
La oración por la venida del Reino
Rezar para que venga el reino de Dios equivale a pedir que Dios reine. Los dos primeros deseos del Padre Nuestro, están, por tanto, ligados entre sí y no tienen más que un solo tema: la revelación gloriosa de Dios por medio de su venida que pondrá término a la espera escatológica de sus fieles.
Nuestro mundo está muchas veces en oposición a Dios. Las fuerzas del mal con que se enfrenta Jesús (Le 11, 20) siguen ejerciendo su poder, aunque él ya las haya vencido. No sólo imploramos la revelación definitiva de su soberanía, sino también la destrucción del poder de Satanás, así como la salvación de todos los hombres. Este deseo no alude a la idea de una venida progresiva de su reino, a medida que los hombres se vayan abriendo a su acción. No depende de lo que nosotros hagamos. Esta llegada definitiva, cuyo día y hora siguen siendo un secreto de Dios (Me 13,32). Lo único que podemos hacer es esperarlo y desear ardientemente su venida, preparándonos para acogerlo. Le pedimos al Padre que apresure la llegada del Reino porque no podemos vivir sin su amor de Padre, sin su justicia, sin su paz. Necesitamos que la tierra se haga más habitable, y los hombres sean más hombres. ¿Y no es ésto lo que añoramos al pedir «la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo? Tuyo es el Reino… La añoranza de la Parusía, el «ven, Señor Jesús» que son diversos modos de pedir la presencia del Reino en medio de nosotros. Aunque esté en nuestra mano colaborar y ser dóciles, siguiendo las pautas de las Bienaventuranzas.
Para dialogar y orar
- Venga a nosotros tu Reino. Haz una pausa prolongada. Imagínate que Dios te responde: «Entretanto podías comenzar por tí mismo. Si quisieras ofrecerme el terreno de tu corazón para hacer un experimento…» Dale una respuesta, pero no en teoría.
- ¿Cuáles son los signos de que el Reino ya está en medio de nosotros? ¿Y los antisignos? Decirlo a nivel personal, social y en nuestro entorno más cercano.
- Resumir todo lo que estamos pidiéndole a Dios al solicitar que venga su Reino.
- La unión de todos los pueblos en uno solo. ¿Qué sabemos del ecumenismo? ¿Cómo van las cosas?
- ¿Por qué la imagen del «banquete» es de las preferidas a la hora de describir el Reino?
- Repasar las «parábolas del reino» y extraer su mensaje según todo lo explicado
Rezar para que venga el reino de Dios equivale a pedir que Dios reine. Los dos primeros deseos del Padre Nuestro, están ligados entre sí y no tienen más que un solo tema: la revelación gloriosa de Dios por medio de su venida que pondrá término a la espera