Bienvenidos al Rincón de Juan, comentario al evangelio del domingo 2 de febrero.
“Mis ojos han visto a mi Salvador.”
Nuestros sentidos físicos no siempre son capaces de captar toda la realidad. La capacidad olfativa que tiene un perro, la visión de algunas aves o el umbral de audición de ciertos animales son sentidos muy desarrollados en la naturaleza. Con el tiempo, estos sentidos se deterioran. Pero hay otros sentidos, no físicos sino espirituales, que nos permiten percibir la presencia del Espíritu Santo, es decir, la gracia de Dios.
Estos sentidos espirituales no se desgastan, sino que se desarrollan con el entrenamiento. Esto le ocurrió a los ancianos Ana y Simeón en el evangelio de hoy. Todos esperaban al Mesías, pero solo ellos fueron capaces de reconocerlo. Nos dice el evangelio que eran personas justas y piadosas.
Hoy, 2 de febrero, celebramos la fiesta de la Presentación del Señor, cuando el Niño Jesús es llevado al templo. Según la ley mosaica, la madre quedaba en impureza tras el parto y, después de 40 días, debía ofrecer una ofrenda en el templo.
El profeta Malaquías, en la primera lectura de hoy, profetiza esta venida: “Vendrá a su santuario el Señor a quien vosotros andáis buscando.” Todos lo esperaban, pero pocos fueron capaces de reconocerlo. Pocos tenían esos sentidos espirituales desarrollados.
Desde el siglo IV, se celebra la fiesta de la Purificación de María, con una procesión nocturna con candelas, por lo que también se le llama la Candelaria o la fiesta de la luz. En el evangelio de hoy leemos: “Cristo, luz para alumbrar a las naciones.”
Solo quienes tienen agudizados estos sentidos espirituales pueden reconocer al Señor. El anciano Simeón pronuncia en el evangelio unas bellas palabras, que forman parte de la oración de completas:
“Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo ir en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador.”
Abrazar al Niño Dios, como lo hicieron Simeón y Ana, es sentir su consuelo, su paz y su luz. Tener las “gafas del espíritu” nos permite reconocerlo en nuestra vida.
Hoy, 2 de febrero, también se celebra la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, instaurada por el Papa Juan Pablo II hace 29 años. En este año jubilar, el lema es: “Peregrinos y Sembradores de Esperanza.”
Las congregaciones religiosas están llamadas a este desafío: transmitir y sembrar esperanza en un mundo que necesita luz y amor.
También nosotros queremos que nuestros ojos vean al Salvador, como lo hicieron Simeón y Ana. Ojalá podamos tener esos sentidos espirituales afinados para reconocerlo.
¡Feliz domingo!