Video – Comentario al Evangelio del Domingo, 9 de Marzo de 2025

8 de marzo de 2025

Bienvenidos al Rincón de Juan, comentario al domingo 9 de marzo, primer domingo de cuaresma.

Todos entendemos que es una tentación, es la fuerza o movimiento que viene del exterior, en forma de pensamiento o sentimiento, actuando contra nosotros a través del engaño. Esto es un elemento fundamental en las tentaciones.

Todos tenemos tentaciones. El problema es que estas tentaciones muevan nuestra voluntad, es decir, que nos venzan. Como decía un antiguo profesor de etología moral, nos hacía broma, la mejor manera de superar la tentación es caer en ella, así se pasa. Pues bien, comenzando la cuaresma nos vamos a enfrentar a cinco domingos que nos van a proponer un entrenamiento espiritual de crecimiento interior a través de la fe, de la oración, del amor, que sería el acto de la limosna, el compartir, la solidaridad, y del ayuno, que sería el ejercicio de nuestra libertad. Y lo vamos a hacer en cinco domingos. El primer domingo, el domingo de las tentaciones, se nos va a proponer salir, salir al desierto.

El segundo domingo, la transfiguración, subir al monte. El tercer domingo, la conversión, la parábola de la higuera. El cuarto domingo, misericordiar, utilizando este verbo del papa Francisco, la bellísima parábola del hijo pródigo. Y el quinto domingo, perdonar, a través del relato de la mujer pecadora sorprendida en adulterio. Hoy, en el primer domingo, en la liturgia, el literario de cuaresma nos propone salir, salir al desierto. ¿Qué es el desierto? Es el lugar de la palabra. Es la situación espiritual donde yo hago silenciamiento interior. Para escuchar esas voces interiores, la voz de Dios y otras voces que también nos van a hablar en esa soledad interior necesaria también para captarme y para captar. Las tentaciones de Jesús, primer domingo de cuaresma, es una síntesis bellísima de lo que es la lucha contra el mal.

Y Jesús, fijaros, cuarenta días, número simbólico, antes de comenzar su ministerio público, va al desierto. Va a ese periodo de interiorización. Y Jesús, en el desierto, donde escucha la voluntad del Padre, también es tentado, igual que somos nosotros tentados. Pero atención, las tentaciones de Jesús más importantes no se van a dar aquí, en el desierto. La tentación más fuerte que él va a tener va a ser en la pasión, en Getsemaní, cuando el tentador le va a decir ¿Es necesario que pases por esto? ¿Quién es tu padre? Tres bloques de tentaciones tenemos todos los seres humanos y Jesús experimentó en el desierto. El primer bloque es la tentación del tener.

Di esta piedra que se convierta en pan. Es la tentación de creer que cuanto más poseo, cuanto más tengo, más soy. Es la tentación del materialismo, del consumismo, que me engaña bajo apariencia de felicidad. Es la tentación de todas aquellas adicciones que me llenan, pero no me nutren. Me esclavizan, pero no me alimentan. No soy más cuanto más tengo. Tentación del tener. La segunda tentación, segundo bloque de tentaciones, es la tentación del poder. El diablo se lo va a expresar así a Jesús.

Te daré el poder y la gloria si te postras ante mí, si te arrodillas ante mí. Todo esto te daré si te postras señadoras. Es la tentación de dominar a los otros. La tentación de utilizar a las personas para lograr mis objetivos personales. La tentación del quedar bien, del postureo, de la imagen por encima de mis convicciones. Es decir, todo lo contrario al servicio. No soy más feliz, ni soy más, por dominar a los otros. Y el tercer bloque de tentaciones es la de la idolatría. Si eres hijo de Dios, tírate de aquí abajo que los ángeles, sus ángeles te recogerán.

Es decir, la tentación de manipular a Dios, de fabricarme mis propios dioses, de utilizarlo para mis propios fines. Es la tentación derivada aquí también de la idolatría, del narcisismo. Pero fijaros, todos estos bloques de tentaciones que tenemos de maneras muy civilinas, las tentaciones más fuertes en la vida espiritual no son las que atentan contra el orden moral, como muchas veces se ha creído, sino las tentaciones que atentan contra el ser, contra mi identidad, y las tentaciones que atentan contra el hacer, contra mi misión y mi vocación.

Porque la tentación que me hace dudar de quién soy yo, hijo amado de Dios, como le ocurrirá a Jesús en Getsemaní, o de qué puedo hacer yo, que estoy llamado a ser, esa es la tentación más dañina, es la más destructiva, porque intenta anular a través del engaño lo que yo soy. La tentación tiene un aspecto positivo, por último, y es que es una oportunidad de crecer, de saltar hacia adelante. No es cómoda sufrir una tentación, en verdad, pero nos ayuda, afrontándola, a tener herramientas espirituales que nos permiten ser mejores.

Pues Señor, Tú fuiste atentado en el desierto, pero la tentación también nos ayuda a crecer, y en ese desierto, en ese salir, también nos encontramos con otras voces mucho más cariñosas, que son las voces de Dios. Que en esta cuaresma hagamos este ejercicio interior de poder salir para descubrir realmente qué es lo que Dios quiere de nosotros.

Feliz cuaresma y feliz domingo.

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