«Todavía no había llegado su hora».
El Evangelio de Juan a menudo nos recuerda que no había llegado la hora de Jesús. Hasta que llegó su hora. Aceptada con libertad y plena consciencia. Jesús no tenía miedo, aunque era prudente. Nosotros, a lo mejor, de prudentes que somos no damos casi testimonio de nuestra fe. Se nos olvida que, desde el Bautismo, tenemos todos una misión recibida del Padre. Como Jesús. Tenemos nuestra propia Galilea, por la que podemos andar y también predicar, con nuestras palabras y con nuestras obras. Valor y a la tarea.
Oración.
Señor Jesús,
que nos muestras el camino
y nos ayudas en nuestra fragilidad,
haz que sepamos
dar testimonio de ti,
a tiempo y a destiempo,
para que muchos conozcan
tu oferta de salvación,
y siempre con alegría.
Amén.