Cuando en vez de leer sólo los textos de cada día, se tiene en cuenta el hilo conductor de la Liturgia de la Palabra en este tiempo de Adviento, sorprende la pedagogía de la Iglesia en la selección de los pasajes.
Si en el tiempo ordinario se sigue una lectura continuada de los diferentes libros, en los tiempos de Adviento, Cuaresma y Pascua, se seleccionan. Desde esta consciente elección y correspondencia interna entre la primera lectura, el salmo y el Evangelio, se descubre una intencionalidad, y al percibirla, se siente una luz nueva para la comprensión de los pasajes.
Estamos siguiendo el acompañamiento diario de la Liturgia de la Palabra, un tanto sorprendidos por el protagonismo de los diferentes sentidos corporales en esta primera semana. Hoy las lecturas rebosan alusiones sensoriales.
Olfato: “El Líbano se convertirá en vergel, el vergel parecerá un bosque”.
Oído: “Aquel día, oirán los sordos las palabras del libro”.
Vista: “Sin tinieblas ni oscuridad verán los ojos del ciego”.
Tacto: “Entonces les tocó los ojos, diciendo: “Que os suceda conforme a vuestra fe”.
Gusto: “Una cosa pido al Señor, gozar de la dulzura del Señor”.
Esta experiencia mueve a una doble reacción:
A una súplica: “Jesús: Ten compasión de nosotros”.
A una proclamación: “El Señor es mi luz y mi salvación”. “Hablaron de Él por toda la comarca”.
Ahora se comprende mejor a San Agustín, cuando describe su conversión:
“Tú estabas conmigo, mas yo no estaba contigo. Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que, si no estuvieran en ti, no existirían.Me llamaste y clamaste, y quebrantaste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume y lo aspiré, y ahora te anhelo. Gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti. Me tocaste, y deseé con ansia la paz que procede de ti.”
Ahora, también se averigua a lo que estamos siendo llamados en este tiempo, a abrir de par en par las puertas al Salvador.
Lecturas del Viernes de la primera semana de Adviento