“Si el malvado se convierte de los pecados vivirá y no morirá. ¿Acaso quiero yo la muerte del malvado, y no que se convierta de su conducta y que viva?” (Ez 18, 21-23)
Frente a la voluntad compasiva de Dios se levanta la voz de los justicieros, de quienes creen que perdonar es hacer injusticia, y afirman: “No es justo el proceder del Señor” (Ez 18, 25).
La revelación nos ha desvelado que la justicia de Dios no es como la de los hombres. “Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa” (Sal 129).
El Papa Benedicto, en su Carta de Cuaresma de este año, nos ha acercado al misterio de la justicia de Dios. “Para entrar en la justicia es necesario salir de esa ilusión de autosuficiencia, del profundo estado de cerrazón, que es el origen de nuestra injusticia”.
“¿Cuál es, pues, la justicia de Cristo? Es, ante todo, la justicia que viene de la gracia, donde no es el hombre que repara, se cura a sí mismo y a los demás. El hecho de que la “propiciación” tenga lugar en la sangre de Jesús significa que no son los sacrificios del hombre los que le libran del peso de las culpas, sino el gesto del amor de Dios que se abre hasta el extremo, hasta aceptar en sí mismo la “maldición” que corresponde al hombre, a fin de transmitirle, en cambio la “bendición” que corresponde a Dios (Cf. Ga 3,13-14)” (Benedicto XVI).
Ahora se comprende mejor la exigencia del Evangelio: “Vete primero a reconciliarte con tu hermano y entonces vuelve a presentar tu ofrenda” (Mt 5, 24). El culto agradable a Dios es el de su Hijo, quien en vez de venir a juzgar y a condenar, vino a perdonar y a salvar.
Puede parecer una doctrina blanda, evasiva, pero es la que nos permite volver siempre, levantarnos siempre, confiar siempre. “Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?” (Sal 129)
Somos los menesterosos, los necesitados de perdón y tantas veces perdonados, pero también debiéramos seer los testigos de la misericordia. El atrincheramiento en la mala memoria que se obstina en el no hay remedio o en el no olvidar las ofensas de los demás es contrario a la enseñanza de Jesús. Déjate perdonar y perdona.