En este tiempo de oración queremos acercarnos hasta Jesús de Nazaret, el maestro, el único protagonista de nuestro encuentro, el que nos ha seducido con su vida. No vamos a tener prisas con Él en este rato.
Porque se trata de estar con Él. Nuestra vigilia de oración no tiene otras pretensiones. Evitemos el efectismo, que busca lo bonito y acaba olvidando al Señor. Superemos el cansancio, dejando que el Espíritu encienda en nosotros el deseo del encuentro con el Señor. Acudamos a su presencia con humildad, derramando nuestro corazón herido ante su presencia. No nos escondamos ante su mirada por miedo o por comodidad. No cerremos nuestros labios ante sus oídos comprensivos. No dejemos que se enfríe nuestro corazón ante su corazón de fuego. Vamos a ir juntos a su presencia.