VIVIR CON DIOS: VIVIR COMO MARÍA

    Proclamar a María como perfecto modelo de vida por el Padre, desde el Hijo y en el Espíritu es aquilatan el capítulo de la Iglesia. Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.Porque ella, como primera creyente, es parangón, espejo, haz que ilumina sobre el cómo de la existencia cristiana.

    Podríamos aproximarnos a esta figura femenina desde la clave devocional que tantos corazones ha movido a lo largo de la historia. Pero nos parece más honesto hacerlo con el rigor de la teología. Más tarde sacaremos las implicaciones para la vida espiritual.
Tres dogmas marianos; la Inmaculada Concepción, la Virginidad de la Madre, la Asunción a los Cielos. Tres dogmas que muy bien podrían resumirse en uno; la santidad de María. Los tres están cantando lo mismo; el reconocimiento de la excelencia de una mujer en los inicios, en el medio y al final. Aquella que fue preservada del pecado pasó por la vida haciendo el bien por lo que Dios la elevó sobre todas las cosas. Hablar del principio, del medio y del fin es hablar de todo. Y el todo para el cristiano, después de Jesús, es María.

A. Nuestra Concepción es el Bautismo:

  1. Si la concepción mariana fue inmaculada, la nuestra, la que nos deja inmaculados, es el Bautismo. Pues ésta es la virtualidad del más importante de los sacramentos; la victoria de la gracia sobre el pecado. En ella,, el nacimiento a la carne y al espíritu se identifican. En nosotros, aunque distanciados ambos amaneceres cronológi­camente, la posibilidad es la misma. De nuevos Adanes pasamos a ser nuevos Cristos en virtud del agua bautismal. Así nos lo dicta la fe.
  2. Tan buena Hija fue María que terminó convirtiéndose en Madre. Lo de Madre de Dios suena fuerte pero yendo más allá de la condición física, también nosotros hemos de apadrinar a Dios en el mundo. También a la persona le cabe ser madrina de Dios en la historia. Éste es el fruto primordial del bautismo; el hacernos hijos. De esta dignidad se debe dar cuenta todos los días.
  3. La filiación, hecha posible por la desaparición del pecado, tiene un nuevo tributo; la participación en la comunidad eclesíal. El bautismo nos hace cuerpo; miembros de la Iglesia. Esta última acotación es de capital importancia pues la fe nos viene como resultado de una pertenencia, Renegar de la Madre Iglesia es como renegar del propio pasado y por eso, en definitiva, renegar de uno mismo.

B- Nuestra virginidad es la virtud:

    La espiritualidad se apoya en el cuerpo que la fe, la esperanza y la caridad tengan en nuestra vida. Una existencia de una fe empobrecida, de una esperanza maltrecha y de una caridad tímida, difícilmente podrá adjetivarse de espiritual.

  1. 1.La fe consiste en una apuesta; el jugárselo todo a la baza de Dios. Eso fue justamente lo que hizo María y por ello se la adorna con el califica­tivo de primera creyente. Eso es lo nuestro; fiar­se, confiar, ser dócil al Espíritu en orden a una comunión vital con Cristo.
  2. 2.La esperanza consiste en una prueba; resistir a la expectativa frente a la desesperanza. Eso fue justamente lo que hizo María cuando a los pies de la cruz, llorando incomprensión, prolon­gaba su maternidad en el discípulo al que el Señor más quería. Eso es lo nuestro; más que buscar, esperar, más que hacer, dejarse hacer, más que renunciar, mantenerse despierto, y soñar.
  3. 3.La caridad consiste en un servicio; lavar los pies a   un  mundo  que  se cree limpio.   Eso fue justamente lo que hizo María en el anonimato de una vida sin prisa, en la ternura de un parto que le duró toda la vida. Y eso es lo nuestro; no esperar a que el prójimo acuda sino ir nosotros en su busca, no ensoñar grandezas que superan nuestra capacidad sino darlo todo en cada oportunidad, en cada esquina.

De entre todas estas actitudes la más capital es el amor. En el atardecer de la vida seremos juzgados sobre el amor. Examinar nuestra espiri­tualidad, enjuiciar nuestra interiorización de los contenidos cristianos se reduce a poner en la balanza nuestras obras de amor. Mientras que el peso de lo aprendido y celebrado es potente, mientras que es mucho lo compartido y rezado, lo que toca al amor suele seguir siendo pobre y escaso.

C. Nuestra asunción es el señorío:

    Ella., la Reina y Señora de todo lo creado, nos estimula a ser también nosotros reyes, a alzar con el orgullo de los humildes la bandera del señorío. Pues en eso se cifra la plenitud humana; no en dejarse vivir sino en coger fuerte las riendas de la historia. Es por tanto un señorío muy singular; un señorío que pasa por la servidumbre, el señorío que derriba del trono a los poderosos y enaltece a los sencillos,

  1. Por la anunciación María conoce el proyecto de Dios sobre su vida, Y ése es nuestro cometido; proclamar la anunciación en el mundo gritando que Dios viene y se hace carne en cada rincón humano. Es la tarea del apostolado.
  2. Por el nacimiento María engendra a Jesús. Y ése es nuestro cometido; hacer nacer a Jesús en cada jornada y en todas las horas de nuestros días. Es la tarea de la oración.
  3. Por la presentación María ofrece el fruto de sus entrañas a todas las naciones. Y ése es nuestro cometido; presentar al Cristo a todo el que tenga oídos para oírle, ojos para verle, corazón para retenerle. Es la tarea del amor.

Anunciar, nacer, presentar. Creer, esperar, amar. Soñar que es posible, que lo de Dios es verdad. Ése es el reto de la espiritualidad. La invitación sigue en pie: "no extingáis al Espíritu " (lTs.5,19). Su obra dura por siempre, desde toda la eternidad.

PARA ORAR

A. Jesús te pregunta:

  • N., ¿me amas?
  • ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?
  • Hombre de poca fe, ¿por qué dudas?

B. Degusta esto:

  • ¡Sí,  tú  eres el Cristo,  el Hijo de Dios vivo!
  • ¡Si conocieras el don de Dios!
  • ¡Vete, tu fe te ha salvado!

C. Piénsalo:

  • Un   clásico:   "Nada   te   turbe,   nada   te espante, quien a Dios tienef nada le falta. Nada te turbe, nada te espante, sólo Dios basta ". (Teresa de Jesús)
  • Un moderno: "Siempre que realmente es Dios el objeto en cuestión, tiene lugar una puesta en juego de toda la persona y hay que comenzar a orar." (L. Boros)
  • Un desconocido:  "Juro que no llora su hablar y quiero jurarlo cantando. Juro  que no parpadea  su amar y quiero jurarlo rezando, No parpadean las gotas ni llora la mar, Dios nunca ríe de los  que sueñan soñar ".