Un punto de referencia ineludible de la existencia cristiana es el Jesús histórico. No podía ser de otra forma; cristiano es el seguidor de Cristo.
De entre todas las posibles facetas del Maestro, ricas y fecundas todas ellas, focalizamos nuestra atención sólo en algunas.
La espiritualidad cristiana se resume en el sendero de la obediencia. Sólo es obediente el orante, esto es, quien se relaciona con Aquel a quien hay que obedecer. Sólo es obediente el sufriente, esto es, quien pasa por el dolor pues es ahí a donde conduce el amor. Así nos lo dejó enseñado Jesús. Vamos a perfilar mejor todo esto:
A. La intimidad con el Padre;
Ahí está el secreto del Nazareno. Nos cuentan los evangelios que a menudo se retiraba Jesús para estar a solas con quien sabía que le amaba. Y el fruto de la soledad es inexorablemente la, compañía. Y la compañía, cuando es buena, crea la intimidad. "El Padre es un íntimo mío" podría haber dicho Jesús. ¿Podríamos decir lo mismo nosotros?
Esa intimidad es en primer lugar don, pero también tarea y ahí nos duele; relacionarse con Dios es una tarea. Y como toda tarea tiene su proceso.
Hablar de proceso y de métodos en cosas tan elevadas como las que aquí estamos tratando escandaliza a muchos. Pero no hay que preocuparse. Los que aquí se escandalizan son los mismos que se escandalizaron cuando se les contó que Dios se hizo hombre.
Los pasos que habría que dar para arrancar más tarde, maduro ya, el fruto de la intimidad, serían los siguientes;
a) Retirarse; alejarse de cosas, situaciones y personas.
b) Recogerse; alejarse de pensamientos, sentimientos y deseos.
c) Abrirse; que no termine en narcisismo lo que se inició con la voluntad contraria.
Es duro despegar del propio cuerpo todas esas adherencias extrañas con las que tan familiarizados estamos que hasta nos parece nos perderíamos nosotros perdiéndolas a ellas. Sin embargo, nada ni nadie (sólo Dios b&sta) nos define o nos es esencial..
B. La inexorabilidad de la Cruz:
La falta de amor en el mundo sólo tiene una explicación: la huida del dolor. Mientras el hombre tape el sufrimiento y maquille la muerte no encontrará la llave de oro de la felicidad que es el amor. Esto lo intuimos pero no nos da la gana de reconocerlo.
Pues bien, no otra es la sabiduría de la cruz. Porque lo que es claro es que Jesús ni suprime el mal del mundo ni da una sólida explicación de él. ¿Qué hace entonces? Participar de él. Y esta participación, esta solidaridad -la gran palabra del cristiano no es algo anacrónico, no es un dato que podamos saltarnos a la torera. Este rebajarse, humillarse, ser llevado como cordero al matadero de un suplicio es fundamental.
Saco a colación lo anteriormente dicho por la tremenda confusión a la que nos ha conducido el romanticismo que, teniendo mucho que ver con el enamoramiento, lo tiene muy poco con el amor.
a. SI amor romántico es sensacional. Sensacional quiere decir que se apoya en la sensación. Y las sensaciones vienen y se vaa. Sí el amor verdadero consistiera en eso, sería cuestión de suerte o de argucia el tenerlo o no.
b. El amor de verdad, si no queremos que esté al vaivén de la casualidad, proviene de la voluntad. Dicho más sencillamente; amar es una decisión. A lo que ha de determinarse uno es dar o mejor dicho; a darse. Y no es un dar retributivo (para que me den) o sacrificial (para hinchar mi imagen ante los demás). Es un dar sin esperar nada a cambio, un dar incondicional.
c. El amor cristiano, que se hace eco de lo más arriba reseñado, aboca en comunidad, o sea en común unidad. Es unión en la diversidad, capacidad de estar absolutamente disponible a una causa; la del Reino. Esta, disposición no se consigue sin el sacrificio. Pero el sacrificio se paga con creces. Y si no que se lo digan a l&s parturientas cuando tras el resuello del dolor se pone a la criatura en los brazos de una madre recién estrenada* Valga la metáfora para la fe cristiana. El túnel de la crucifixión desemboca en la luz de la resurrección.
C. El tributo a una fidelidad;
Fidelidad y felicidad son palabras que se asemejan. Y lo digo a sabiendas de que la fidelidad hoy no está de moda. Hay profetas de este tiempo que asocian el término a aburrimiento o empobrecimiento.
Pero la fidelidad, en honor a la verdad hay que decirlo, no es la. victoria del tesón, ni de las tripas, ni de un empeño ascético mantenido a rajatabla. La fidelidad es gratuita, graciosa, obra. de la gracia. Hablar de lo que es gratis en una sociedad de la compraventa parece ridículo. Hablar de lo agraciado en una sociedad de desgracias parece una ironía.
a. Que la fidelidad sea gratuita no quiere decir que sea una gracia barata. El Dios cristiano no es Ése para quien todo cuela y al que es fácil sobornar. Dios no entra en nuestros tejemanejes.
b. Que la fidelidad sea gratuita no quiere decir que sea una gracia costosa. Su yugo aunque yugo, es llevadero, y su carga, aunque carga, es ligera. A Dios no se le compra con esfuerzos ni con méritos y desde luego que no otorga indulgencias ni reserva puestos de honor a los masoquistas por el Reino.
c. Que la fidelidad sea gratuita quiere decir justamente eso; que es gratuita. Una fidelidad gratuita es la que funciona no a las marchas forzadas de un amor captativo (para mí) sino al discurrir persistente de un amor oblativo (porque sí). Aquí se cifra la madurez del cristiano; en pasar del Dios de la necesidad al Dios de la gratuidad.
PARA PENSAR Y DIALOGAR
1. ¿Consideras necesario alejarse de cosas, situaciones y personas para lograr la intimidad con el Padre?
2. ¿Cómo crecer en la capacidad de recogimiento, esto es; en el alejamiento de pensamientos) sentimientos y deseos?
3. ¿Vives el dolor como algo inexplicable que atenta contra lo que más quieres o tienes la experiencia de sufrimiento suficientemente integrada en tu personalidad de cristiano?
4. ¿Juzgas la fidelidad como fuente de felicidad o más bien como simple perseverancia que a nada conduce?