VIVIR EN EL PADRE

La caridad es el signo de una vida desvivida en honor al Padre. Porque no habría hermanos si no hubiera Padre. De la espiritualidad que se deriva de la paternidad podríamos decir lo siguiente:

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.1) Lo hondo frente a lo superficial

Los logros de la una existencia desde la superficie son múltiples y rápidos. Los de la hondura, menos aparentes y deslumbrantes, menos escandalosos en definitiva, tardan más. Como todo lo bueno, se hace esperar.

Pasar de la superficie a lo profundo es el primer reto de aquel que quiera dar cauce en si a lo espiritual. Es sencillamente imposible el acceso a Dios desde el barniz. Dios está en el centro, en la médula, de explorar titubeante las propias entrañas. La espiritualidad es el arte de adentrarse en el centro, de aventurarse hacia la médula, de explorar titubeante ante las propias entrañas. Y las ajenas.

Esta odisea interior no la propicia la sociedad de hoy. Lo que desde las plataformas más diversas y profanas se propone es el vértigo de las sensaciones. Y todo eso; sentidos, emociones y sensaciones, tiene poco que ver con la mística. Todo eso, de fácil aplicación y de fulgurantes resultados se logra sin mucha sabiduría y con un mínimo de tenacidad. La mística es otra cosa.

Las mística es la magia de ganarse perdiéndose, de encontrarse olvidándose de sí. Es el éxtasis, es decir, la salida de sí. Y ya saben los místicos que sólo puede salirse de sí, entrando en uno mismo.

2) La palabra frente al silencio:

Devaluada la palabra por el exceso de la palabrería y ante la insoportable densidad del silencio, elevamos esta nueva tesis. ¿Qué pasa cuando no queda nada que decir? Y, ¿qué pasa cuando hay que decirlo todo? Sólo pasa una cosa. Pasa Dios. Más allá de la presencia de vocablos y de la ausencia de ruidos está la Palabra, ésa que se hizo carne.

Para un hombre que no sabe estar consigo y para el que todo se ha vaciado de contenido y sentido, hay una salida; la Palabra. Frente a los tribunales de un conocimiento que engaña y que desde luego no salva, una oferta:

a.La Palabra Bíblica.
b.La Palabra de la Tradición.
c.La Palabra del Magisterio.

3) El Sentido frente al vacío:

Hay una batalla de la que nadie se libra: la búsqueda de un sentido. Porque, ¿quién no se debate por el hallazgo de una causa a la que sea justo darse? ¿Quién no se afana por aferrarse a una esperanza que dé, entre otras cosas, una razón para levantarse por la mañana?

Se trata de dar lugar a Aquel que sin imposiciones ni violencias se nos regala como Padre. Y ello porque sólo quien se sienta criatura reconoce que hay un Creador, sólo desde el sentimiento de la propia pobreza se acude a la riqueza de Dios. El reconocimiento de la pater­nidad de Dios tiene en su seno un magnífico regalo; el regalo de nuestra propia identidad que no es otra que la de hijos. A la identidad de la filiación sólo se accede por la asunción serena de la paternidad.


PARA PENSAR Y DIALOGAR

1. ¿Sientes a Dios como Padre o ves que esa expresión no corresponde con tu vivencia personal?

2. ¿Eres capaz de entrar con facilidad en lo hondo de ti mismo o hay demasiadas cosas que te estorban para la aventura interior? ¿Cuáles? ¿Cómo se podrían vencer?

3. ¿Te ves capaz de aguantar el silencio y de encontrar fecundidad en él o tienes que recurrir enseguida a la música o a otros recursos para la oración?

4. ¿Ves a Dios como el verdadero sentido de tu vida? Argumenta tu respuesta.