En mi seno te sueño
y en sueños me hablas
como un rumor de pájaros
abriendo el alba.
Me recorres los meses
de la esperanza
con un pulso de sangre
maravillada.
Desde el primer instante
llena de gracia,
tuve toda hermosura
para entregártela.
Si ahora quieres mis ojos
para tu cara,
mi andar sencillo y leve
de brisa y agua,
pídeme, que en espera
de que llegaras
desde siempre lo guardo
limpio de mancha.
Pídeme, que no tengo
ni oro ni plata,
sino amor que me sobra
y estas alhajas:
sueños para tu sueño,
para tus lágrimas
rocío entre los juncos
de mis pestañas.
Y esta voz que aún no tienes,
viva Palabra,
escrita con minúsculas
en mis entrañas.
¿Qué habrá en mí que no fuere
rosa entregada
si donde yo me acabe
tú comenzaras?
Pídeme, que por darte
quedo sin nada
y a san Gabriel le dije:
«He aquí la esclava».
Los Santos Inocentes, mártires
Mt 2,13-18. Herodes mandó matar a todos los niños en Belén.