«Dentro de unos días comienza el tiempo de Adviento», dijo el sacerdote a los que participábamos en la Eucaristía dominical. Lo repitió hasta tres veces, pero no conseguí entender qué era eso del tiempo de Adviento. Debía ser algo importante porque la gente estaba atenta y porque se anunciaron mogollón de actividades y celebraciones para ese tiempo. Dicen que en muchas ocasiones los jóvenes no entendemos algo y pasamos de preguntar, total -decimos- ¡qué más da! Pero el anuncio de aquel tiempo de Adviento me dejó intrigado y a la salida de misa le pregunté al sacerdote que si me podía explicar qué era eso del Adviento y de su tiempo.
Él, amablemente, me dijo: ¿Has colaborado alguna vez con otros para celebrar un acontecimiento importante? ¿Has ayudado alguna vez en casa para que todo estuviera listo cuando llegaran los invitados?
El Adviento es preparación: preparación de un camino, preparación de una venida, preparación de un encuentro siempre nuevo.
Después me dijo: ¿Has deseado alguna vez que se cure de su enfermedad alguien a quien quieres mucho? ¿Has deseado alguna vez que pase el tiempo rápidamente para poder ver a ese amigo tuyo que viene a verte después de tanto tiempo?
El Adviento es deseo: deseo profundo y verdadero de que algo (Alguien) llegue, de que algo pase. El Adviento es esperar contra toda esperanza.
Y añadió: ¿Has hecho algo últimamente por cambiar aquello que no funciona en tu vida? ¿Has probado a convertir lo feo que hay dentro de ti en posibilidades para crecer?
El Adviento es conversión: conversión de ideas, de palabras de hechos; conversión de aquello que me impide ver más allá de lo que se ve; conversión de aquello que no hace ni me hace plenamente feliz, conversión de todo lo que me deshumaniza y esclaviza.
Por último, me dijo: ¿Has conocido últimamente nuevas personas? ¿Has acogido lo que son, lo que viven, lo que sienten? ¿Has experimentado alguna vez lo bien que se siente uno cuando es acogido por los demás sin más?
El Adviento es acogida de la Vida con mayúsculas, de todo lo que Dios quiere regalarnos, de todo cuanto se esconde en el misterio del amor verdadero: gratuito, incondicional y servicial.
● El Adviento es un tiempo de preparación, de deseo y esperanza, de conversión y de acogida.
● Dura cuatro semanas y finaliza con la Celebración de Navidad (Misa del Gallo), a la que Francisco de Asís llamaba la Fiesta de las Fiestas.
● Los sacerdotes se revisten de color morado para recordarnos que estamos en un tiempo de preparación, de camino, de conversión.
● María, la madre de Jesús, tiene un protagonismo especial durante este tiempo.
● En Adviento es muy importante celebrar el sacramento de la reconciliación: reconocernos necesitados de mucha luz, de mucha vida y agradecidos por ser siempre acogidos.
● El Adviento es un tiempo precioso para prepararnos a re-encontrar a Dios en nuestra vida y en la vida de todos aquellos que nos rodean. Es un tiempo para dejar que Dios nazca en nosotros y encuentre un lugar para quedarse. Por eso la exclamación más importante del Adviento es la de los primeros cristianos: ¡Ven! ¡Ven, Señor Jesús! (Maranathá).
● Aquel domingo aprendí muchas cosas sobre el tiempo de Adviento. Espero no olvidarlas y ponerlas en práctica porque
¡YA ES TIEMPO DE ADVIENTO!